Su hija de 9 años siempre ha sido pequeña para su edad, nunca ha gozado de mucho apetito y es ansiosa. Durante la última cita médica, el pediatra sugirió que viera un terapeuta debido a sus hábitos alimentarios de la niña. Entonces surgió la duda: ¿Puede la ansiedad ser el motivo para que no coma mucho, y significa esto que tiene un trastorno alimentario?
La doctora Jocelyn Lebow, de Psiquiatría y Psicología de Mayo Clinic en Rochester, Minnesota, intenta responder esta interrogante.
La situación que se describe, es común. La ansiedad y los problemas alimentarios suelen ir de la mano y los síntomas tienden a reforzarse unos a otros. En base a su descripción solamente, no es posible decir si su hija tiene un trastorno alimentario; sin embargo, parece que puede correr riesgo y sería recomendable valorar la situación.
A juicio de la doctoral Lebow, la ansiedad está compuesta en gran parte por excesiva preocupación y miedo. Esa preocupación y ese miedo pueden provocar síntomas físicos, tales como cansancio, irritabilidad y problemas para dormir.
En los niños, la ansiedad también suele causar malestares estomacales, lo cual puede derivar en falta de apetito y reducción de la cantidad que el niño come.
Agrega que cuando la baja ingesta alimentaria conduce con el tiempo a bajo peso o imposibilidad de ganar el peso necesario para el sano crecimiento y desarrollo del niño, la situación puede tornarse peligrosa.
Además, un bajo peso corporal y una alimentación insuficiente pueden empeorar los síntomas de ansiedad.
Otro factor que se debe tener presente es que cuando un niño no come bien o está bajo de peso, las intervenciones para la ansiedad y otros trastornos del ánimo son menos eficaces de lo normal, incluido la terapia y los medicamentos.
Por lo tanto, antes de tratar la ansiedad o la depresión, es preciso lidiar con los problemas alimentarios de manera clara e integral, aunque estos no parezcan ser el problema principal.
Con información y fotografía de Mayo Clinic