La Argentina de Lionel Messi quedó la noche del jueves al borde de quedarse afuera del Mundial de Rusia-2018 al empatar 0-0 con Perú, perfilado para una repesca tras resistir con heroica defensa y Pedro Gallese como titán imbatible en el arco.
Por la anteúltima fecha de la clasificatoria de Sudamérica, de nada sirvió a la albiceleste que la empujara desde las colmadas tribunas el atronador griterío de 50.000 hinchas en el mítico estadio La Bombonera de Buenos Aires. Quedó relegada al sexto puesto con las manos vacías por ahora.
La escuadra peruana atrapa por el momento una opción de partido y revancha con Nueva Zelanda. Aún debe jugar con Colombia en Lima. La última vida que le resta a los argentinos la pondrá en juego frente a Ecuador en la altura de Quito el próximo martes.
Apenas hubo relámpagos del talento de Messi, otra vez sin compañía, sin socios para devolverle un pase redondo, en un equipo sin noción de conjunto, aunque ‘Leo’ también abusó de jugadas individuales.
El lance se planteó entre un equipo protagónico casi absoluto con la pelota, la albiceleste, y otro agazapado en defensa, el albo de la banda roja. Fue un asedio sin tregua y sin luces de Argentina. Un partido de nervio y pierna fuerte, sin dar ni pedir cuartel.
Los peruanos defendieron como leones. Aldo Corzo obstruía, Miguel Araujo cubría las espaldas, Alberto Rodríguez se lanzaba sobre quien pisara el área y Miguel Trauco ponía el alma en cada avance local.
Renato Tapia se multiplicaba para cubrir cada flanco. Yoshimar Yotún se unía a la barrera de hierro y fuego. También trataba, junto Edison Flores, de congelar el ritmo, de conservar algo el balón.
Sergio Peña retrocedía para sumarse al compacto bloque, sin descuidar la faz ofensiva. Jefferson Farfán le ponía el corazón a la marca. Paolo Guerrero permanecía ajeno, como si estuviera en otro partido, porque el asedio argentino era hegemónico.
Pese al cerrado dispositivo, no le faltó a Perú una amenaza al arco de Sergio Romero cuando Farfán pateó a quemarropa con la zaga argentina clavada en el suelo.
Messi era el receptor de todos los ataques, como siempre. Pero lució empecinado en la maniobra individual. Tropezó una y otra vez contra el muro peruano. Su botín mágico despertó con un zurdazo esquinado, un remate en el poste o un centro milimétrico que Darío Benedetto cabeceó afuera.
El mayor desequilibrio lo provocaban Marcos Acuña y Alejandro Gómez. Pero otra vez, como en toda la clasificatoria, Argentina desnudó su carencia de ideas claras. Careció del concepto elemental del fútbol de mostrar opciones de pase a quien lleva la pelota. Dominio sin sorpresa. Vértigo vacío.
La desesperación cundió en la albiceleste. El arquero Pedro Gallese empezaba a convertirse en héroe. Le tapó tiros de gol a Benedetto dos veces, a Lucas Biglia y a Gómez. Fogueado en mil combates, Javier Mascherano se adelantaba y encendía a sus compañeros. Gabriel Mercado escalaba por el flanco derecho. Ganaba la presión de los peruanos.
El DT Jorge Sampaoli buscó sabiduría con Fernando Gago, pero éste se torció una rodilla solo. Entró Emiliano Rigoni y tiró afuera un pase-gol de Messi. Argentina no supo salir de la astuta trampa defensiva peruana.