26 abril, 2024 | 9:42 am
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Internacionales

El norte de República Centroafricana se siente “abandonado”

La temporada de las lluvias dura seis meses por año y llueve tanto que casi se convierte en una isla, anegada por las aguas

 

“El Estado es como la arena”, dice un anciano a la entrada del mercado. “Vuela en cuanto hay viento”. Los habitantes de Birao, una región del norte de República Centroafricana fueron dejados “al abandono”, según ellos, desde la independencia en 1960.

Aquí no hay delegado del gobierno, ni médico, ni profesores, ni aduaneros, ni gendarmes ni juez… La lista de los ausentes es larga y los edificios administrativos, construidos cuando era colonia francesa, están vacíos y decrépitos.

“El Estado no está pendiente de Vakaga, y esto dura desde hace 57 años”, fecha de la independencia, cuenta Musa Isa, un diputado suplente de Birao, mientras degusta un té.

Su ubicación impide el desarrollo. La temporada de las lluvias dura seis meses por año y llueve tanto que casi se convierte en una isla, anegada por las aguas.

“Las carreteras están cortadas, sólo podemos circular a lomo de burro, camello o caballo ¡no es normal!”, protesta Abdelkarim Musa, un comerciante.

Como es imposible salir de la ciudad (donde sólo hay unos 20 coches) los aproximadamente 14.000 habitantes matan el tiempo charlando a la sombra de mangos mientras beben té.

La instalación de dos operadores de telefonía ha suscitado esperanza pero, como no siempre hay electricidad, el funcionamiento deja mucho que desear.

“Soy pesimista”, afirma Umar Garba, uno de los pocos con casa sólida en Birao, donde la mayoría son de adobe y paja.

 – Gracias a Sudán-

“Vivimos sobre los hombros de Sudán, sin la carretera hacia allí no podríamos vivir”, añade este comerciante y propietario de seis camiones.

Valaga está ubicada en los confines de las fronteras de Chad y Sudán, una zona conocida por los tráficos de distinta índole, sobre todo de armas, y se inclina por Sudán desde que en 2014 Chad cerró su frontera con la República Centroafricana.

Ir a la localidad sudanesa de Nyala, a 300 km, es más sencillo que llegar a Bangui, para lo que hay que recorrer una carretera de 1.000 km en algunos de cuyos tramos suele haber combates y los soldados imponen su ley.

“Me siento más en casa en Nyala que en Bangui. En Sudán podemos salir por la ciudad sin problemas. En Bangui tenemos que quedarnos en el PK5”, la zona musulmana de la capital, añade el comerciante Musa.

El polvorín social de Birao, donde se habla árabe, sango y francés, dio nacimiento al Frente Popular para el Renacimiento de Centroáfrica (FPRC), grupo armado liderado por Nurredin Adam.

En 2012, este jefe de guerra y otras organizaciones fundaron Seleka, una alianza rebelde con la que hicieron oír sus reivindicaciones en Bangui y derrocaron al presidente François Bozizé en 2013.

La toma de poder por la coalición rebelde, marcada por atrocidades y saqueos, provocó una crisis humanitaria y de seguridad en el país.

“Si nos hubieran tratado en pie de igualdad con las otras prefecturas del país, los habitantes de Vakaga nunca habrían tomado las armas”, estima un concejal.

 – ‘¡Bangui se burla!’ –

El FPRC goza de buena reputación en Birao. En virtud de un acuerdo con la fuerza de la ONU, la MINUSCA, desde 2014 sus hombres no van armados por las calles pero la población apoya al grupo.

“Es gracias al FPRC que hay seguridad. Desde que están aquí no hay cazadores furtivos ni bandidos”, asegura el sultán de Vakaga, Ahamat Mustafa Am Gabo.

Todos los habitantes consultados respaldan las posiciones promusulmanas del grupo armado. La ciudad perteneció en su día a un sultanato próspero y esclavista y desde 1960, según sus habitantes, no ven más que desesperación y pobreza. Eso sin contar con los abusos cometidos por el ejército.

“¡Bangui se burla de nosotros!”, protesta Mustafa Fadul, un treintañero desempleado. Lo único positivo para él son las dos oenegés (una estadounidense y otra francesa) activas en educación y salud. Para él “indispensables”.

Con información de la agencia: AFP

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