28 marzo, 2024 | 3:02 am
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La historia del Secuestrador Fantasma de un avión

Secuestró un Boeing 727 en los EEUU y saltó en paracaídas desde una aeronave, un salto de auténtico suicida. El nombre que el secuestrador usó para abordar el avión fue Dan Cooper. Sin embargo, las iniciales “D.B.” se asociaron permanentemente con el secuestrador debido a un error de comunicación con la prensa, que tuvo conocimiento de que poco después del secuestro, el FBI había interrogado a un hombre de Portland llamado D.B. Cooper, quien nunca fue considerado un sospechoso importante.

El 24 de Noviembre de 1971 compró un billete en Portland bajo el nombre de Dan Cooper. Tomó el vuelo 305 de la Northwest Orient Airlines con destino a Seattle y se sentó en la última fila de aquel avión en el que viajaban 36 pasajeros y 6 tripulantes. Antes del despegue pidió un Bourbon con soda.

Al despegar le entregó a la azafata una nota. Era la auxiliar de vuelo Florence Schaffner, de 23 años. Se la guardó en el bolsillo sin prestar atención; los pasajeros le hacían proposiciones sexuales constantemente, así que pensó que ésta sería una nota más. Pero Cooper reacciona de inmediato: “Señorita, mire la nota. Tengo una bomba”. En el papel, Cooper le informa de que está secuestrando el avión, le indicó que llevaba una bomba en el maletín y le pidió que se sentase a su lado para recibir instrucciones. “Quiero que, cuando aterricemos en Seattle, me entreguen $200.000 dólares. También quiero 4 paracaídas. Recarguen combustible en cuanto aterricemos y no hagan tonterías o hago explotar esto”. Mientras la azafata se acercó hasta la cabina para informar al piloto de la situación, D. B. Cooper escondió su rostro tras unas gafas oscuras que utilizó hasta saltar del avión.

Cuando finalmente el avión llegó a Seattle, los pasajeros desembarcaron sin el menor rasguño y ajenos al secuestro. D.B. Cooper no se inmutó. Esperó a que le entregaran los $200.000 dólares en billetes de $20 y los paracaídas. Negoció la salida de dos azafatas y se quedó con una tercera, llamada Tina Mucklow.

Le dio órdenes concretas respecto a qué altura volar, a qué velocidad y cómo colocar las alas del avión, y le especificó que no sellaran la puerta de atrás. El Boeing 727 era el único modelo con escalerillas y puerta trasera para saltar y el secuestrador conocía esos detalles. D.B. Cooper repartió los 5 kilos que pesaba el dinero por todo su cuerpo, invitó a la azafata a encerrarse en la cabina con el piloto y se quedó solo. Abrió la puerta del avión y se enfrentó al frío y a la fuerte tormenta que arreciaba fuera. A sus pies, a más de 3.000 metros de distancia, estaba Washington y sus montañas escarpadas, sus glaciares y sus bosques infestados de osos esperaban para devorarle. O quizá no. Ése es el misterio.

El FBI ha investigado más de 1.000 sospechosos y ha descartado a casi todos como el verdadero secuestrador. Creen que Cooper estaba familiarizado con el área de Seattle, ya que reconoció desde el aire la ciudad de Tacoma (Washington) mientras el avión sobrevolaba el Puget Sound. Le dijo a la auxiliar de vuelo Mucklow que la Base de la Fuerza Aérea McChord estaba aproximadamente a 20 minutos del Aeropuerto Internacional de Seattle-Tacoma. Aunque el FBI creía que Cooper podría haber sido un miembro activo o retirado de la Fuerza Aérea debido a sus conocimientos de aerodinámica y paracaidismo, esta hipótesis fue descartada ya que ningún paracaidista experimentado hubiera intentado un salto tan arriesgado.

Era un salto suicida

Existe hasta una película basada en esta historia, “En busca de D. B. Cooper”, protagonizada por Robert Duvall. Cada 24 de Noviembre, en el pequeño pueblo de Ariel, donde se cree que tocó tierra, se celebra una feria en honor al famoso delincuente paracaidista. El misterio de D. B. Cooper es uno de los pocos que quedan sin resolver, durante años el FBI ha seguido diversas pistas, que parece que los acercan y los alejan de la verdad. Cooper pudo haber muerto ante ese salto o puede estar viviendo feliz con el dinero que obtuvo ante el secuestro.  “Cooper es la persona que se burló del Gobierno y le robó sin dejar víctimas, un Robin Hood moderno, todos quieren que se salga con la suya”.

Ahora las autoridades dicen que su ADN podría desenmascararlo. Compró un billete de avión a tan sólo $20 dólares. Era 1971 y, sin que nadie lo imaginase, este pasajero iba a convertirse en uno de los mayores misteriosos criminales de EEUU. Nunca más supieron de él. Ahora, el FBI asegura estar a punto de conocer su verdadera identidad. Hace 40 años, cuando las normas de seguridad eran muchísimo más suaves, este hombre se subió al avión con aquel nombre falso: Dan B. Cooper.

La noche del 24 de Noviembre de 1971 era la noche anterior al Día de Acción de Gracias, cuando Cooper tomó el vuelo 305 de Northwest Orient Airlines en Portland con destino a Seattle, Washington. Los secuestró y en algún punto cercano a Washington se fue a la cola de la aeronave, tomó dos de los paracaídas, el dinero y se tiró. Nunca más supieron de él. Ahí mismo nació la leyenda. Jamás pudieron atraparlo. Hasta ahora porque el FBI asegura tener “la pista más prometedora” para resolver el caso.

Desde 1971 los investigadores siguieron el rastro de más de mil sospechosos. A todos los descartaron. 4 décadas después, el FBI aseguró: “Estamos verificando un indicio que parece muy creíble”. “De hecho tenemos un nuevo sospechoso al que estamos siguiendo”, dijo el FBI. El dato vino de la mano de otro agente de otra agencia de investigaciones de EE.UU.

Los científicos de los laboratorios en Quántico, Virginia, se han puesto a comparar las huellas de este nuevo sospechoso con las dejadas por Cooper en una corbata que se olvidó en el avión, colillas de cigarrillos, su tarjeta de embarque escrita en letras rojas y algunos billetes que le entregaron. Y es que parte del dinero fue recuperado en 1980. Fue hallado por Brian Ingram, un niño de 8 años mientras jugaba cerca del río Columbia.

 

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