Perder a un ser querido o sufrir un dura decepción puede, literalmente, rompernos el corazón. Hablamos de la cardiomiopatía de Takotsubo, el síndrome del corazón roto, un tipo de patología que más que fracturar este órgano, lo que hace es deformarlo. Una impronta dolorosa que tiene poco de poético pero sí un género favorito: la mujer.
En la actualidad, el síndrome del corazón roto aún no es muy conocido. Tampoco queda claro por qué casi el 95% de los casos diagnosticados pertenecen al género femenino. Sin embargo, la prevalencia está ahí y no podemos cerrar los ojos a una realidad evidente. El mundo emocional impacta en ocasiones como un latigazo directo al corazón. Sin piedad. Nos hace creer que vamos a perder la vida, aunque afortunadamente, no suele ser así.
Se estima que entre el 1 y el 2% de las mujeres diagnosticadas por un ataque cardíaco lo que sufren en realidad es el síndrome del corazón roto.
Es una dolencia que puede visualizarse perfectamente en las pruebas de diagnóstico, porque el corazón queda temporalmente deformado en su lado izquierdo. Es la huella clara de ese instante en que el estrés se vuelve tóxico en nuestro organismo y moldea en nuestros órganos, como buen artesano, la marca del dolor. Es importante conocer sus desencadenantes y ahondar un poco más en la cardiomiopatía de Takotsubo. Te invitamos a descubrirlo.
El síndrome del corazón roto, cuando lo metafórico se vuelve realidad
Si el sonido de los corazones rotos fuera audible, es probable que se convirtiera en esa banda sonora triste tan habitual en nuestro día a día. Ahora bien, a pesar de que la mayoría ha experimentado esta sensación alguna vez, lo que origina la cardiomiopatía de Takotsubo es algo más delicado, más profundo a la vez que complejo.
Cuando hablamos de problemas cardíacos los asociamos casi de modo automático a los hombres. Si esto es así es por una razón muy sencilla. La hormonas salvaguardan -en cierta medida- el corazón de las mujeres durante gran parte de su vida, haciéndolas más resistentes. Aunque no invulnerables. Sin embargo, a partir de la menopausia esta pequeña barrera defensiva cae y el corazón empieza a ser menos resistente al estrés, a la ansiedad…
Muchos de estos enemigos silenciosamente instalados en nuestra mente y nuestro cuerpo van debilitando el tejido emocional. Hasta que un día, solo hace falta una decepción o una mala noticia para que esa tela se rompa del todo.
Se produce la liberación repentina de grandes dosis de catecolaminas, unas sustancias similares a la adrenalina. En el corazón dispara su frecuencia cardíaca hasta producir un pequeño daño en el músculo cardíaco. Una deformidad.
No se nos ha roto el corazón, pero casi. Lo metafórico se vuelve realidad y creemos morir. Los síntomas son similares a los de un infarto de miocardio, sin embargo, las pacientes suelen recibir el alta al cabo de 3 o 4 días. El corazón se encoge, grita en silencio, pero se recupera. El tratamiento con betabloqueantes siempre es efectivo y no hay secuelas. Aunque eso sí, nadie nos garantiza que no podamos volver a experimentar el síndrome del corazón roto