23 noviembre, 2024 | 1:53 pm

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Quien bien te quiere, te hará café

Dicen que un café es un abrazo atrapado en una taza, por eso, quien te quiera de verdad te lo preparará dulce y bien caliente para que encuentres alivio y relativices el nudo de tus problemas.  Cuando tomes ese primer sorbo, parte de las penas se habrán deshilachado como el vapor que huye de esa bebida fabulosa, oscura y vital.

A menudo, comentamos aquello de que la vida es eso que empieza después de una buena taza de café. Eso mismo es lo que debieron pensar en los monasterios del Yemen en el siglo XV cuando, según diversos documentos históricos, empezaron a moler los granos para obtener una bebida extraordinaria a la que llamaron qahhwat al-bun (vino de la habichuela) y que más tarde, abreviaron como  qahhwat (café).

El café ayuda a quien duerme poco y sueña mucho

Nadie quedó indiferente a sus efectos desde su descubrimiento, a su acción vitalizante, a esa grata energía  y a ese aroma embriagador capaz de crear auténticos adictos a la cafeína. Tan inquietante fue su efecto, que cuando llegó a Europa en el siglo XVII los sacerdotes católicos no dudaron en llamarla «la amarga invención de Satanás».

En la actualidad, esta «diabólica» bebida es parte indiscutible de nuestra dieta cotidiana. También es motivo de un ritual casi mágico sobre el que se construye toda una serie de dinámicas psicológicas, dotadas de increíbles beneficios para nuestra salud física y emocional.

Hoy en nuestro espacio queremos reflexionar sobre ellas, ¿nos acompañas. El café y la depresión

El café no da la felicidad, pero genera las condiciones idóneas para que podamos experimentarla. Puede que esta idea nos parezca algo exagerada, pero basta con analizar una serie de datos para llegar a esta misma conclusión. Según un estudio publicado en el 2011  el consumo regular de café (unas tres tazas diarias), reduce los índices de depresión.

Ahora bien, aquí llega un matiz que hizo aún más interesante este estudio: los datos solo fueron significativos en el caso de las mujeres. En el caso de los hombres, el consumo regular de café se asocia muchas veces a un aumento de la ansiedad.

La razón de esta diferencia en cuanto a sexo  reside en el propio ritual construido alrededor del café. Las mujeres, por término medio, suelen ser más proclives a reunirse en una cafetería, a hacer un deseado y merecido descanso junto a una buena taza de café mientras entre ellas, facilitan el desahogo emocional. La tazas sobre la mesa solo son excusas para mantener esa comunicación empática, tan beneficiosa, que permite relativizar problemas, sanar tristezas, miedos, preocupaciones, etc.

La vida y sus presiones quedan de pronto contenidas por un muro invisible, las aparta de esa mesa en la que un grupo reducido de mujeres crean un refugio fabuloso de intimidad. El café actúa como estimulante de nuestra química cerebral, de manera que hace de llave de paso para determinados neurotransmisores, como la serotonina o la dopamina. No obstante somos nosotros, quienes impulsados por su efecto, le damos su auténtico valor terapéutico y sanador.

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