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Donald Trump prepara la cumbre con Kim Jong-un entre ambiciones históricas y ecos del pasado

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump y el líder norcoreano, Kim Jong-un

Con información de la agencia de noticias: EFE

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está decidido a hacer historia en su cumbre del martes con el líder norcoreano, Kim Jong-un, pero no hay tantas diferencias entre su forma de enfocar la negociación y la de sus predecesores, cuyos intentos de diálogo con Corea del Norte fracasaron.

Trump se anotará un tanto histórico con el mero hecho de reunirse con el líder de Corea del Norte, y confía en que su peculiar idiosincrasia y la relación personal que pueda establecer con Kim permitan solucionar una cuestión, la del programa nuclear norcoreano, que ha frustrado a EEUU durante casi tres décadas.

“Esto debería haberse resuelto hace muchos años, no solo por parte del presidente (Barack) Obama, sino por la de los otros presidentes que me precedieron”, subrayó Trump el pasado viernes.

Pese a esas críticas a sus predecesores, Trump abrió la puerta a finales de mayo a un proceso de desnuclearización “por fases” de Corea del Norte, un concepto que recuerda al que intentó implementar el expresidente Bill Clinton a mediados de la década de 1990.

“Hay algunas similitudes notables con los enfoques de otros presidentes”, dijo a Efe el historiador Patrick Maney, autor de un libro sobre la Presidencia de Clinton.

“Parece que ahora Trump está dispuesto a contemplar un proceso de desnuclearización por fases. La cuestión es si eso funcionará ahora, cuando no lo ha hecho en el pasado”, añadió el profesor de la universidad Boston College.

Trump también ha abierto la puerta a ayudar económicamente a Corea del Norte si emprende el camino a la desnuclearización, algo que trae ecos del acuerdo firmado en 1994, por el que el Gobierno de Clinton se comprometió a suministrar energía a Pyongyang a cambio de la suspensión de su programa nuclear, y que fracasó en 2002.

Además, el enfoque inicial de Trump fue “muy similar” al que emprendió Obama, basado en la “presión” económica y la exigencia de pasos concretos de desnuclearización antes de ofrecer ninguna concesión, según Mintaro Oba, que trabajó hasta 2016 en el programa sobre la península coreana del Departamento de Estado.

“Ese enfoque era inflexible, y lo único que consiguió fue que Corea del Norte siguiera desarrollando sus programas nucleares y de misiles”, opinó Oba en declaraciones a Efe.

Los esfuerzos diplomáticos de Corea del Sur sentaron las bases para un acercamiento entre Trump y Kim después de meses de duros ataques retóricos y “cambiaron en parte” esa estrategia, indicó Oba.

Trump suavizó poco a poco su discurso y el pasado viernes llegó a asegurar que ya no quiere usar la expresión “presión máxima”, un término empleado hasta la extenuación por sus asesores para describir el régimen de sanciones internacionales a Pyongyang, porque ahora se está “llevando bien” con Corea del Norte.

“No voy a imponer (más sanciones) hasta que las conversaciones se detengan. ¿Por qué lo haría cuando estamos hablando tan amablemente?”, se preguntó Trump el viernes pasado.

Ese optimismo le ha merecido algunas críticas y advertencias como la del líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, quien le pidió la semana pasada que tenga cuidado con los “engaños” de los norcoreanos.

Pero la Casa Blanca ha dejado convenientemente en el aire algunos puntos clave de su estrategia, y no ha aclarado exactamente qué le exigirá Trump a Kim cuando ambos se sienten juntos el martes en un lujoso hotel de Singapur.

Eso da margen de maniobra al impredecible Trump, que no ha descartado que pueda cancelar la cumbre en el último momento o levantarse de la mesa si las cosas no marchan como esperaba.

Y al organizar una cumbre presidencial al comienzo del proceso negociador en lugar de concebirla como la guinda de un largo diálogo entre funcionarios de menor rango, Trump ha marcado una diferencia indeleble con sus predecesores, una arriesgada apuesta que puede suponer su mayor baza para desbloquear el problema.

“Tanto Estados Unidos como Corea del Norte, con los ojos del mundo sobre ellos, tendrán muchos más incentivos para lograr un resultado positivo”, señaló Maney.

Con información de la agencia de noticias: EFE / Ruslin Herrera 

 

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