En Tailandia los insectos están considerados un “plato pobre” que se consume en el campo, pero poco a poco se están abriendo camino hacia los restaurantes de moda de la capital.
“Acabo de comerme unos moluscos con gusanos de bambú y un filete de pescado con salsa de huevos de hormiga. ¡Delicioso!”, cuenta Ratta Bussakornnun, una joven de 27 años que trabaja en el sector de la cosmética.
Bussakornnun, de Bangkok, llegó un poco por azar al restaurante Insects in the backyard (Insectos en el patio trasero), situado en un barrio de moda de Bangkok donde abundan las tiendas de vinilos y de diseñadores locales.
Contrariamente a muchos consumidores de las clases acomodadas, Ratta no desprecia a los vendedores ambulantes de insectos, cuyos clientes suelen ser obreros de zonas rurales del país que añoran el sabor de los gusanos y los saltamontes fritos de su infancia.
“La comida está bien presentada, da impresión de sofisticación comparado con los puestos callejeros, donde los sirven como si fueran bombones o cacahuetes”, asegura.
El chef del Insects in the backyard, Thitiwat Tantragarn, que trabajó en Estados Unidos, mezcla recetas locales, como la salsa de huevos de hormiga, con influencias occidentales como los raviolis, en este caso rellenos de carne de chinche acuática.
“La chinche acuática tiene sabor de cangrejo, de ahí salió mi idea de servirla como un ravioli, con una salsa de azafrán”, explica el chef en el jardín del restaurante, decorado con plantas carnívoras.
Para él, el objetivo del restaurante es buscar “armonía” entre el sabor del insecto y los demás ingredientes.
Pese a que en Tailandia se producen cada año toneladas de saltamontes, en la alta gastronomía se usan muy poco, mucho menos que en la vecina Camboya.
Prejuicios
Pese a las recomendaciones de los nutricionistas, que sueñan con que los insectos se conviertan en una fuente alternativa de proteínas, menos nociva que la industria de la carne, el principal desafío, tanto en Tailandia como en Occidente, es que los clientes olviden sus prejuicios.
En Tailandia hay una dificultad adicional, la brecha entre ricos y pobres. Comer insectos tiene una connotación social de “plato de pobre”, explica Massimo Reverberi, un italiano que produce pasta a base de harina hecha con saltamontes, fabricada en Tailandia pero destinada a la exportación.
Otros restaurantes de Bangkok han comenzado a incorporar los insectos en sus menús, incluyendo las pastas de Reverberi.
Pero poco a poco el fenómeno se extiende, sobre todo en Europa y en Estados Unidos, con emprendedores que comercializan aperitivos, suplementos alimenticios e incluso hamburguesas con insectos, como en Suiza, donde los supermercados Coop ya las han empezado a vender.