El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, condenado en julio a casi diez años de cárcel, será interrogado nuevamente este miércoles en Curitiba (sur) por el juez Sergio Moro, en otra causa por “corrupción pasiva”.
El exmandatario (2003-2010), que recurre la primera sentencia en libertad, llega debilitado a este proceso, después que su exministro de Finanzas Antonio Palocci, encarcelado desde hace un año, admitiera que las acusaciones contra el líder histórico de la izquierda tienen fundamento.
El Partido de los Trabajadores (PT) prometió movilizar a sus huestes para defender a su fundador, de 71 años, aunque la expectativa es de una afluencia menor que la del anterior interrogatorio, el 10 de mayo, cuando unas 7.000 personas se desplazaron hasta el lugar.
“Las circunstancias son muy parecidas. Pero la dimensión es menor, dado que nuestra información es que habrá menos autobuses y menos gente”, dijo el secretario de Seguridad Pública del Estado de Paraná (cuya capital es Curitiba), Walter Mesquita.
Así y todo, unos mil policías militares (un cuerpo bajo la autoridad de cada estado) estarán en las calles de la denominada “capital de la Operación Lava Jato”, la investigación que descubrió una tentacular red de corrupción en Petrobras.
Está previsto que el interrogatorio comience a las 14:00 hora locales (17:00 GMT).
Moro deberá determinar si la constructora Odebrecht pagó el terreno del Instituto Lula en Sao Paulo y si puso a disposición de la familia del exmandatario (2003-2010) un apartamento en la vecina Sao Bernardo do Campo.
En julio, el popular juez anticorrupción condenó a Lula a nueve años y medio de cárcel, como beneficiario de un tríplex en el balneario de Guarujá (Sao Paulo) ofrecido por la constructora OAS a cambio de su influencia para obtener contratos en la petrolera estatal.
Si esa sentencia fuera confirmada en segunda instancia, a Lula le sería difícil evitar la cárcel. Y si lo lograra, vería seriamente comprometida su posibilidad de presentarse a las elecciones presidenciales de octubre de 2018.
El exmandatario enfrenta hasta el momento cinco causas penales, aparte de aquella por la cual fue condenado, por cargos que van de corrupción pasiva, lavado de dinero y tentativa de obstrucción a la justicia a tráfico de influencias y formación de organización delictiva.
Pero el dirigente se declara inocente en todas y denuncia un acoso que apunta a impedir su retorno al poder.
Entre los posibles candidatos en 2018, es el que más intenciones de voto tiene (cerca de 30%), sobre todo en las regiones más pobres que se beneficiaron de sus programas de distribución de renta. Pero es también uno de los que más rechazo concita.
Su reciente gira de tres semanas por el nordeste, su mayor bastión, movilizó sobre todo al núcleo duro de sus electores.
Entre tantas contrariedades, Lula tuvo recientemente un consuelo, cuando la Fiscalía pidió absolverlo en la causa de obstrucción a la justicia, por considerar que el delator que sustentó la denuncia había mentido.
Un reconocimiento que para la defensa del expresidente ilustra lo ocurrido en todos los expedientes abiertos en su contra.
– Los dilemas del PT –
El PT, con muchos de sus líderes históricos acusados o encarcelados, trata de curarse aún las heridas de la destitución en 2016 de la presidenta Dilma Rousseff, la sucesora y heredera de Lula, acusada por el Congreso de manipular las cuentas públicas.
En las municipales de octubre pasado, el que llegó a ser el mayor partido de izquierda de occidente sufrió un revés histórico.
Y la formación no consigue levantar cabeza, pese a sus llamados a la movilización contra los programas de ajustes y de privatizaciones impulsados por el presidente conservador Michel Temer.
Para 2018, apostó todas sus fichas a Lula, pero su debilitamiento le obligaría a elaborar un “Plan B”, aunque ninguno de sus dirigentes evoque aún abiertamente ese escenario.