Aferrada a una extraña adicción a la masticación de esponjas durante una década, una madre de tres ha revelado cómo es vivir con ello.
El hábito de Emma Snowdon es tan severo que su hermana, Rachel Pettitt, de 28 años, le compra esponjas en vez de flores o chocolates para cumpleaños y Navidad, y ha enviado a su marido, Mark, de 38 años, a un tienda de 24 horas en la oscuridad de la noche para comprarlas.
Emma, de 36 años, de Stockton-on-Tees, condado de Durham, está ahora determinada a dejar su vicio después de que su dentista descubrió llagas en su boca.
Ella dijo: “Hay un lado divertido, pero puede ser horrible, también, porque no entiendo por qué comenzó, o por qué no puedo parar. Me preocupa que mis encías queden completamente destruidas y no quiero ser una anciana sentada allí mordiendo esponjas”.