Horas después de que un incendio matara a 10 jóvenes futbolistas en la academia del club de fútbol Flamengo, el presidente del equipo dijo que era “la peor tragedia” en los 123 años de historia de la organización.
Figuras del fútbol de todo el mundo expresaron sus condolencias, el alcalde de Río de Janeiro declaró tres días de luto y el club, el más popular de Brasil y uno de los más reconocidos de Latinoamérica, rindió tributo a las víctimas el jueves durante su partido como locales. Los directivos del club han dicho en varias ocasiones que el incendio fue simplemente mala suerte.
“No fue debido a una falta de atención o cuidado de Flamengo. Estos jóvenes son nuestro bien más preciado”, dijo el director general de Flamengo Reinaldo Belotti un día después del incendio del 8 de febrero. “Fue una sucesión de eventos después de un día catastrófico para Río”.
Pero al menos durante cuatro años antes de que ocurriera el incendio, el club ignoró varias de las regulaciones de la ciudad en su academia de entrenamiento, incurrió en varias multas y fue objeto de una demanda por parte de la fiscalía estatal relacionada con el trato a sus jugadores juveniles y sus dormitorios, revelaron una demanda y una revisión por parte de The Associated Press a los documentos de la ciudad. Por si fuera poco, uno de los materiales utilizados en la construcción de los dormitorios, poliuretano, pudo haber avivado el veloz incendio que devoró a los jugadores, de acuerdo a algunos expertos.
Los hallazgos generan dudas sobre si la negligencia del equipo y el fracaso colectivo de las autoridades por regular los campos de entrenamiento jugaron los papeles principales en esta tragedia.
“Es una construcción irregular”, dijo el portavoz de la alcaldía Tiago Costa a The Associated Press al preguntarle sobre las estructuras, similares a contenedores, en las que 26 jugadores dormían al momento en que se originó el incendio.
Las autoridades no han dado una causa oficial del incendio, aunque han señalado que investigan la posibilidad de un corto circuito en las unidades de aire acondicionado.
Durante años, ha albergado a sus jugadores de la academia _ jóvenes de entre 14 y 16 años de edad que han sido identificados como posibles jugadores profesionales _ en dormitorios que nunca recibieron la aprobación de la ciudad. De hecho el área que fue consumida por el incendio contaba con permiso para un estacionamiento, no un dormitorio.
La licencia más reciente que le extendió la ciudad al club, en abril del año pasado, no hace mención de los dormitorios en ninguna parte del extenso complejo conocido como Ninho de Urubu en el oeste de Río de Janeiro.
Debido a que los dormitorios no existían oficialmente, autoridades de incendios señalaron que no los inspeccionaron ni certificaron.
El área quemada “no era parte del plan de seguridad contra incendios ni emergencias que presentó el club y que fue aprobada por el Departamento de Bomberos”, señalaron los bomberos estatales en un comunicado difundido a la AP.
Bernardo Monteiro, portavoz de Flamengo, dijo a la AP que el equipo ha utilizado los contenedores desde 2010. Indicó que había una sola salida y que las estructuras contaban con extinguidores y detectores de humo, aunque no dijo cuántos.
Las autoridades sabían bien de la existencia de los contenedores.
La fiscalía del estado de Río presentó una demanda en marzo de 2015 en contra del club para exigir el cierre de las instalaciones de entrenamiento a menos que se rectificaran varias de las irregularidades.
Los fiscales exigieron al club “atender todas las peculiaridades inherentes en la atención de niños y adolescentes, desde los aspectos pedagógicos, sociales, psicológicos y médicos hasta contar con instalaciones adecuadas”, según la demanda.
La denuncia también exigía el cierre de las instalaciones hasta que hubiera “pruebas de cumplimiento de las condiciones impuestas por el Departamento de Bomberos, Defensa Civil y la alcaldía” y cualquier infracción representaría una multa de 27.000 dólares.
Casi cuatro años después, no se había tomado una decisión en el caso — hasta el miércoles, cinco días después de la tragedia.
En una decisión contundente, el juez Pedro Henrique Alves dijo que el Flamengo no solo había fracasado en atender las exigencias establecidas en la demanda sino que “ni siquiera informó a la corte” de los cambios adicionales que había realizado desde que se presentó la denuncia.
Flamengo “utilizó para albergar adolescentes contenedores que, desafortunadamente, se incendiaron y cobraron la vida de 10 (jugadores) y dejaron heridos a otros tres”, escribió el juez, añadiendo que quedaba prohibido el ingreso de niños y adolescentes a las instalaciones hasta nuevo aviso. Cualquier infracción resultaría en una multa de 2,8 millones de dólares.
El club ha estado frecuentemente en la mira de las autoridades de la ciudad: Fue multado 31 veces en los últimos años por violaciones de permisos y las instalaciones fueron cerradas temporalmente en octubre de 2017.
“Si eres multado 30 veces, no puedes posponer y recibir 20 más. Se tiene que hacer algo”, dijo Arthur Antunes Coimbra “Zico”, uno de los jugadores más famosos del club, a la cadena SporTV de Globo.
La policía inició una investigación y señaló de la posibilidad de presentar cargos penales.
En tanto, la compañía que fabricó los dormitorios, NHJ do Brasil, dijo a la AP en un comunicado que sus estructuras fueron hechas en cumplimiento a los más recientes estándares internacionales. Indicó que la estructura que se quemó estaba fabricada de una capa metálica y recubierta internamente por paneles galvanizados acústico que tienen un núcleo de poliuretano que era “auto extinguible”.
“En otras palabras, los módulos están fabricados de metal y rellenos de material anti inflamable”, dijo la compañía, que se negó a responder si las estructuras incluían extinguidores, detectores de humo y unidades de aire acondicionado.
El poliuretano es una esponja, un plástico inyectado con aire, utilizado comúnmente en la construcción. Aunque puede ser tratado como ignífugo, también se puede quemar rápidamente si el fuego proviene de otra fuente, dijeron a la AP tres expertos en incendios que no están involucrados con la investigación.
“La espuma de poliuretano utilizada de esta forma es una tecnología barata y peligrosa desde la perspectiva de protección contra incendios”, dijo David Howitt, profesor emérito de la Universidad de California, campus Davis, y experto en combustión. “Las llamadas espumas ‘ignífugas’ no son retrasan la propagación del fuego al nivel que insinúan los fabricantes y por lo general sus virtudes son exageradas”.
Robert Solomon, ingeniero en protección de incendios de la Asociación Nacional de Protección contra Incendios, una organización con sede en Quincy, Massachusetts, revisó los videos de las cámaras de seguridad y las fotografías posteriores al fuego en la academia. Las imágenes mostraron techos metálicos colapsados, paneles carbonizados y muchos objetos calcinados a tal grado que era imposible distinguirlos.
Solomon dijo que encontró al menos tres señales de peligro: había solo una salida, barrotes en algunas de las ventanas y la aparente falta de herramientas básicas de protección como alarmas de humo. Y las imágenes del video aparentemente mostraron un “flameo” que es cuando todos los objetos combustibles arden, indicó. Las temperaturas de flameo, por encima de los 1.037 Celsius (1.900 Fahrenheit) son tan elevadas que una persona puede quedar paralizada incluso si las llamas no lo tocan.
“En ese momento es como estar atrapado en una prisión y sin forma de escapar”, dijo Solomon.
Después del incendio, la fiscalía estatal de Río formó un grupo especializado para la compensación financiera a los familiares de las víctimas. Muchas de las familias de los jóvenes que vivían en la academia son de bajos recursos y algunas de ellas residen en lugares lejanos.
Algunos familiares y amigos de las víctimas cuestionan en silencio las medidas de seguridad del equipo.
“Debía haber una salida de emergencia. No la había”, dijo Severino Fausto Santana mientras asistía al funeral de su sobrino de 15 años de edad, Samuel Thomas do Souza rosa. “Diez niños murieron por eso”.
Pero la mayoría de las familias ha permanecido en silencio, ya sea negándose a hablar sobre el Flamengo o elogiando las labores del club en un momento de profundo dolor.
Flamengo ha sido muy útil y atento en todo”, dijo Sergio Morikawa, quien no era el padre biológico pero ayudaba en la crianza de Vitor Isaías, de 15 años y quien falleció en el incendio. “No quiero juzgar ni culpar a nadie”.