El 6 de julio de 2011, Cristina Siekavizza y su marido tuvieron una fuerte discusión. Siete años después, Cristina no aparece y su familia sigue contando por ella la historia de una mujer que quitó la venda a la sociedad guatemalteca sobre la violencia machista.
El caso tiene los ingredientes típicos de una novela negra: combina la violencia intrafamiliar, las mafias, las trampas, los vericuetos legales, los poderes ocultos y la corrupción. Pero logró que las clases medias y altas se unieran en un país que pocas veces se conmueve ante este tipo de crímenes.
En 2011
Fue la noche del 6 de julio de 2011 la última vez que alguien vio a Cristina con vida. Tenía 33 años y dos hijos: un niño y una niña. Era entregada y abnegada a su familia. Su esposo, Roberto Barreda, denunció su desaparición y las autoridades empezaron a investigar lo que se pensaba que era un secuestro y que acabó dando un giro de 180 grados.
Parecía una “familia feliz”, pero lo cierto es que Cristina tenía muy restringidos sus gastos personales y sus amistades. Era víctima de maltrato psicológico y emocional.
Ambos vivían en un sector exclusivo del este de la capital, una vivienda donde los fiscales encontraron evidencias de violencia. Fue entonces cuando la familia de Cristina empezó a sospechar de Barreda por su frialdad. Por su forma de actuar. Por su actitud hacia los dos pequeños.
Días después, Roberto, un exitoso ejecutivo que le gustaba vivir bien y que es hijo de la expresidenta de la Corte Suprema de Justicia Ofelia de León, huye a México con los pequeños. Ahí permaneció hasta que las autoridades lo localizaron y lo deportaron en 2013.
Siete años después
Pero siete años después de estos hechos, todo sigue igual. A pesar de los testigos y de las pruebas contra Roberto, en prisión preventiva, y su madre, el caso no avanza. Juan Luis, el padre de Cristina, reconoció este viernes lo “desgastante” que es que pase el tiempo y que no haya resultados, y criticó al sistema por permitir estos retrasos.
Quiere ser optimista. Por él. Por su hija. Por sus nietos y por su mujer, a la que le agarra la mano por debajo de la mesa para darle apoyo. Y es por ello que dice que aunque lento, el proceso “va caminando”. Pero es consciente de que ni él ni su mujer verán la resolución: “Serán mis hijos y mis nietos los que lo van a ver”.
Más pesimista es el abogado Rodolfo Díaz. Sabe que están a un paso de que se inicie el juicio contra Rodolfo y su madre, pero llevan en ese mismo escalón cinco años. Cuando la madre de Cristina escucha que probablemente en 2019 sigan así, se desanima. Mira al suelo y se emociona. Han sido siete años muy duros para la familia, que sufre una “revictimización” día a día.
“El doctor (el padre de Cristiana) tiene siete querellas por parte de Roberto”, cuenta el letrado aún sin creerlo. Es parte de la línea de defensa establecida por la familia. Por eso culpa al Estado, por permitir estos retrocesos y recuerda que la familia Siekavizza necesita “retomar su proyecto de vida”. Es hora.
Violencia machista
Guatemala creía que la violencia machista era solo cosa de pobres. Que en las altas esferas esos crímenes no se veían. Pero lo cierto es que la violencia contra la mujer no entiende de edad, color de piel, profesión, estado civil o estrato social. Se da en todos los ámbitos, solo que en algunos se multiplica.
Norma Cruz conoce el caso mejor que nadie. La Fundación Sobrevivientes, que ella misma creó junto a su hija, es querellante adhesivo en la causa y apoyó a la familia desde el principio. Sabe que fue Cristina la única que logró “menear” a la sociedad guatemalteca. Fría e impasible.
“Es un caso del que la sociedad guatemalteca se empoderó. Quizás porque no está el cuerpo o por el estrato social. Conmocionó mucho. La gente tenía la idea de que la violencia pasaba solo entre la gente pobre”, recuerda esta activista. Cree que el juicio empezará pronto y pide no olvidar esa cadena de solidaridad que unió a todo un país.
Porque los restos de Cristina aún no aparecen y porque ella jamás podrá contar su historia, son sus amigos y su familia los que alzan la voz por ella con varios mensajes, como el siguiente.
“Mi esposo y yo tuvimos una discusión. Dice que desaparecí y escapa con mis hijos. Encontraron restos de sangre en nuestra casa, lo encontraron a él, pero aún no me encuentran a mí siete años después. Me mató a golpes”.
Con información de agencia Acan-EFE
Caso Siekavizza: “Hay una estructura que está entorpeciendo la justicia”, dice padre de la víctima.https://t.co/Pf3btArPhp pic.twitter.com/4iSW4na29p
— Emisoras Unidas (@EmisorasUnidas) July 6, 2018