El vicepresidente Jorge Glas, a quien un juez mandó a prisión preventiva este lunes por el caso Odebrecht, es el político “más investigado” por corrupción en Ecuador y el gran aliado de Rafael Correa en su lucha de poder con el presidente Lenín Moreno.
Este ingeniero guayaquileño de 48 años fue una de las figuras más poderosas en la década de gobierno socialista de Correa, a cargo desde 2007 de los sectores estratégicos y desde 2013 como vicepresidente.
Pero en los últimos años su imagen empezó a caer en desgracia.
Primero su nombre apareció vinculado al escándalo de los “Panama Papers”, que reveló activos financieros de personalidades del mundo en paraísos fiscales.
Luego la oposición lo utilizó como blanco para desprestigiar al “correísmo” al involucrarlo en varios casos de corrupción destapados posteriormente, como el de la estatal Petroecuador o el de los millonarios sobornos de la constructora brasileña Odebrecht, sin cargos formales ni condenas en su contra.
Su imagen quedó tan lastimada que, según analistas, Correa optó por nombrar a Moreno como candidato por el oficialismo en las presidenciales de 2017, y a Glas como binomio.
La salida del todopoderoso líder socialista, que siempre lo defendía y declaraba públicamente su confianza en él, y la llegada de Moreno con ganas de ajustar cuentas con la corrupción en medio de su disputa con el exmandatario, convirtieron su vida en un calvario.
“El objetivo de la derecha opositora desde hace algún tiempo atrás, ahora con el aval de Moreno y del sector que lo está apoyando en (Alianza) País es golpear a Correa”, dijo a la AFP el analista político David Chávez, de la Universidad Central de Quito.
“Y Glas es un trampolín indispensable” para ello, agregó.
– “No soy astrólogo” –
A medida que las acusaciones en su contra, los pedidos de juicio político y sus declaraciones “libres y voluntarias” se multiplicaban, la relación de Glas con Moreno se resquebrajaba.
Sus graves críticas contra el mandatario, por su estilo y su supuesta cercanía con la oposición tradicional, motivaron el retiro de sus funciones y precipitaron una gran crisis en el seno del oficialismo, que estuvo a punto de dinamitar su mayoría en la Asamblea.
“Lastimosamente el dedo apunta cada vez más hacia usted”, le advirtió un día Moreno.
Desde que se quedó sin el respaldo del presidente, Glas, casado y con dos hijos, no dejó de clamar por su inocencia, de “no tener ningún dinero mal habido”, y de denunciar un linchamiento mediático orquestado por la oposición en contubernio con los medios de comunicación, incluidos los públicos, que según él lo marginaron.
“Soy el político más auditado de la historia (…). Me han revisado como a bolsillo de payaso. Sé que me pueden llevar a la cárcel, pero no podrán doblar mi dignidad. Yo soy un guerrero”, manifestó en una ocasión.
Cuando los periodistas le preguntaban cómo era posible que desde su posición al frente de los sectores estratégicos no se enterara de las coimas de Odebrecht, Glas respondía: “Yo soy ingeniero, no astrólogo”.
Ahora, a este exentrevistador de televisión sólo le queda esperar una buena estrella y que la Fiscalía no le impute cargos en los próximos días.