Comer un plato típico de Haití en Brasil o ver un equipo haitiano en el Campeonato Carioca parecía improbable en 2004, cuando las tropas brasileñas llegaron a Puerto Príncipe para liderar la misión de paz de la ONU. Trece años después, es una realidad.
Hoy, las relaciones bilaterales van más allá del apoyo militar.
Bob Montinard llegó a Rio de Janeiro con su familia a finales de 2010, después de que su casa quedara sepultada en el terremoto que sacudió la capital haitiana en enero de ese año, dejando más de 200.000 muertos y 1,5 millones de desplazados.
“Es más fácil adaptarse a Brasil que a Europa o a Estados Unidos. Tenemos una cultura y una historia parecidas, con el pasado de la esclavitud, el fútbol o el carnaval. Rio parece Puerto Príncipe, uno se siente bien aquí”, explica en perfecto portugués a la AFP este haitiano delgado de 42 años.
Él y su mujer, la francesa Mélanie, consiguieron salvar a su hijo Bimba, de 8 años, de los escombros del sismo. Lula, de 9, fruto de una relación anterior de Bob, pasó tres días soterrado y también vive con su padre en la ‘Ciudad Maravillosa’.
La familia Montinard no fue la única en migrar a Brasil, tratando de sanar secuelas físicas y psicológicas, después del devastador terremoto.
El gigante sudamericano fue, bajo el gobierno de la izquierdista Dilma Rousseff, uno de los más generosos con el país más pobre de América.
– Charlas y música –
Ante la lentitud de los procesos de refugio, Brasil concedió “visas humanitarias” desde 2012 a haitianos, que llegaban en masa buscando trabajo en el sector de la construcción para el Mundial-2014 y los Juegos Olímpicos-2016.
En total, fueron entregadas 49.723 visas con derecho a trabajar, según las últimas cifras del ministerio de Exteriores de finales de 2016.
En el caso de Bob, Brasil era una excelente opción para volver a caminar, algo que no lograba hacer desde que se rompió el pie izquierdo en el terremoto.
“Me operé el pie en Francia y ahí el médico me dijo que la mejor fisioterapia del mundo estaba en Brasil. En Haití no hay fisioterapia, entonces, me vine”, relata.
Siete años después, Bob recuperó la movilidad, aprendió portugués y rehízo su vida en Gloria, al sur de Rio.
Teniendo presentes los desafíos de llegar a un lugar desconocido, este haitiano creó el proyecto Mawon, que atiende a haitianos y migrantes de todo el mundo recién llegados a Brasil, dándoles informaciones sobre cómo sacar documentos, conseguir atención médica u obtener cestas de alimentos.
Para recortar distancias, también organiza charlas sobre la historia de su país, promueve cursos de música y danza caribeña y participa en ferias gastronómicas.
– ¿Y ahora? –
Sin embargo, ante la crisis económica y el fin de los megaeventos deportivos, miles de haitianos empezaron a irse.
Familias enteras cruzaron América Latina esperando llegar a Estados Unidos, donde tenían un estatus de protección temporal después del terremoto, creando una crisis en la frontera mexicana, acentuada a mediados de 2016.
“Brasil es visto más como un país de tránsito”, reconoce Bob, que apunta que Estados Unidos, Francia y Canadá son los destinos más buscados.
Sin embargo, hay una incógnita grande para los que decidieron quedarse en Brasil: la validez de sus visas que caduca este mes, coincidiendo con el fin de la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (Minustah) que Brasil comandó desde 2004.
Consultada por AFP, la cancillería se limitó a decir que la “intención del gobierno brasileño es dar continuidad a la actuación de carácter humanitario en Haití”.
– “Perlas negras” del fútbol –
También hay brasileños que migraron al país caribeño.
Desde 2006, cerca de 70 militantes del Movimiento de trabajadores Sin Tierra (MST) fueron a Haití para cooperar en zonas rurales. Cinco de ellos siguen ahí.
La ONG Viva Rio, en Haití desde 2006, tampoco tiene planes de irse.
“Los proyectos pasaron por muchas dificultades y es ahora que están floreciendo”, dice su director ejecutivo, Rubem César Fernandes.
Uno de los programas estrella es “Perlas Negras”, una pequeña escuela de fútbol en los alrededores de Puerto Príncipe que forma cerca de 150 niños y niñas.
Cuando cumplen 16 años, los más talentosos van a Brasil y pueden integrar el equipo con ese mismo nombre que juega en la tercera división del Campeonato Carioca.
Para Mauricio Santoro, profesor de Relaciones Internacionales de la UERJ, el intercambio entre brasileños y haitianos es hoy muy positivo.
“El fin de la Minustah (misión de paz) no va a acabar la cercanía entre los dos países. Parte de las relaciones internacionales brasileñas está hecha por la sociedad civil, que muchas veces es más dinámica y creativa que nuestra política exterior”, estima.