A Donny Romero no le queda más hogar que el abrazo de su esposo protegiéndola del viento otoñal que sopla en las calles de la capital mexicana, a casi un mes del violento terremoto que destruyó su casa y sepultó 30 años de recuerdos.
Abrazados, miran cómo una grúa, operada con destreza quirúrgica, retira piso por piso los escombros del edificio de departamentos ubicado en el céntrico sector Narvarte, el barrio clasemediero donde vivían desde 1984.
“Nos sentimos mal, con mucha tristeza”, dice a la AFP esta maestra retirada, de 57 años, que de inmediato se quiebra en llanto.
“No te haces a la idea de que ya perdiste todo. Recuerdos, fotos, tu patrimonio, tantas cosas que tienes ahí guardadas que en unos segundos se fueron”, agrega.
La tarde del pasado 19 de septiembre, minutos antes de que empezara el sismo que mató a 369 personas, la mayoría en Ciudad de México, Donny y su esposo José Tavera habían salido con sus perros rumbo a un veterinario cercano para revisar a una de sus mascotas.
El temblor de magnitud 7,1 los sorprendió en el consultorio. Con la tierra aún sacudiéndose escaparon y caminaron de vuelta a casa para verificar si todo estaba en orden, pero al llegar solo encontraron caos y ruinas.
Días después, con ayuda de personal de Protección Civil lograron sacar un televisor, algunos documentos y fotografías del álbum familiar. Los espacios donde crecieron sus cuatro hijos, el escenario de su vida ya no estaba más.
El tiempo empleado para la demolición y la delicadeza de las maniobras buscan dar una oportunidad para que los vecinos puedan rescatar lo que queda de sus pertenencias.
Casi 40 edificios se vinieron abajo en Ciudad de México con el terremoto y más de 8.000 registraron daños de diversa índole, que van desde pequeñas grietas superficiales hasta severos daños estructurales que hacen inevitable su demolición.
Por ahora, Donny y José son inquilinos forzosos en un hotel que están pagando con ayuda de una de sus hijas y confían en que alguno de sus familiares les dé refugio “en lo que empezamos a organizar nuestra vida”.
“Tenemos que hacerlo, no nos queda de otra, hay que volver a empezar”, concluye Donny.