17 noviembre, 2024 | 5:50 am

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La misteriosa mansión abandonada de la Sexta Avenida

La misteriosa casa de la 6a. Avenida y Vía 5 de la Zona 4, que tu como la mayoría de los guatemaltecos habrán visto más de alguna vez y probablemente le causó curiosidad de saber quien vivió en ella, o tal vez más de algún transeúnte ha sentido temor al imaginarla embrujada, llena de historias de terror, espíritus y asesinatos.

A esta antigua mansión se le conoce por muchos nombres como por ejemplo la casa embrujada, el castillo, la casa de las gradas, el paredón, el barco, la casa del ministro y de muchas otras formas.

UNA BODA INOLVIDABLE

Transcurría el año de 1948 y la algarabía se apoderaba del pueblo de Asunción Mita Departamento de Jutiapa, carros y camionetas llenos de personas de la capital, abarrotaban la pequeña población, algo nunca antes visto por los habitantes del tranquilo pueblo de Asunción Mita.

Pero la ocasión no era para menos, la hija del Alcalde, Don Arnulfo Aragón y su esposa Doña Graciela Ordoñez de Aragón, se iba a casar; la reina de Mita, Doña Aída Aragón Ordoñez, uniría su vida al Jefe de Estado Mayor, el Coronel Carlos Humberto Aldana Sandoval, el militar de alto cargo en esos días.

El Coronel tenía una trayectoria impecable y como organizador y estratega era brillante, el perfecto Príncipe Azul para la hermosa pueblerina.

Don Arnulfo no escatimó en la boda de su primogénita y hermana de siete más, ella lucía hermosa y junto a su galante caballero, salían de la iglesia entre caballeros cadetes.

Habían llegado tantos invitados abarrotando las posadas y pensiones, que muchos hasta durmieron en sus autos y en las bancas del parque, fue una parranda histórica para Asunción Mita, los invitados muy a gusto, no deseaban irse todavía, lo que obligó a Don Arnulfo a conseguir más de 300 pollos, para satisfacer el apetito de los comensales, que después de tres días, finalmente se retiraron.

Ya de regreso a la capital, al poco tiempo llegan a Villa Aída, la hermosa casa que el Coronel le había construido
a su esposa, era un sueño hecho realidad, en esta
hermosa casa vivieron hasta Mayo del 1951, cuando tienen que dejar su hogar por primera vez.

Pero ¿quiénes eran en realidad estos personajes de nuestra Guatemala de antaño? ¿por qué nunca habíamos escuchados de ellos y en particular del Coronel Aldana?

¿Cómo desapareció la figura del Coronel Aldana de los anales de la historia guatemalteca? ¿Porqué siendo uno de los pilares militares en la famosa gesta Revolucionaria del 20 de Octubre y de haber participado activamente en los subsecuentes gobiernos revolucionarios, nadie habla ni sabe nada de él?

Es como si fuera uno de los secretos mejor guardados de la política de nuestra Guatemala de antaño y que había estado oculto por más de 70 años. Sólo un puñado de familiares y amigos conocen parte de las anécdotas de Don Carlos y Doña Aída y su legado histórico al pueblo de Guatemala, y pocos fueron los privilegiados de haber sido parte de sus vidas y de su historia.

Para ello debemos retroceder muchos años, casi a principios del siglo XX.

Carlos H. Aldana Sandoval nació en la capital el 12 de abril de 1912. Estudió en el Instituto Central para Varones y luego en la Escuela Militar. Su mamá y abuela se hicieron cargo de él, pues su papá no lo reconoció, sino hasta años más tarde. Por eso, al principio, solo empleaba el apellido Sandoval.

Pasaron los años y llegó a pertenecer a la selecta guardia personal del presidente Jorge Ubico, de esos que manejaban las lujosas motocicletas Harley Davidson. Precisamente por esos años se encontró con su padre, el general Rafael Aldana, quien era uno de los militares de más alto rango del dictador.

Ubico se enteró de la relación de sangre que ambos compartían y se mostró inconforme con que uno de sus custodios hubiera sido desconocido por su papá. De esa cuenta, a ambos les ordenó arreglar la situación del apellido, aún a regañadientes. Por eso, desde entonces, Carlos pasó a ser Aldana Sandoval.

Aída llevó una vida más tranquila durante su juventud, allá en el caluroso municipio de Asunción Mita, Jutiapa.

Fue electa reina del pueblo a los 15 años y se distraía jugando basquetbol y montando motocicleta. La bella muchacha tenía muchos pretendientes, pero ella no hacía caso a los halagos. Eso, claro, duró hasta que conoció a un militar, aviador de la Fuerza Aérea.

Cuentan que el piloto enamorado hacía maniobras cerca del pueblo miteco y, desde el aire, le arrojaba flores a la chica. Al final, se hicieron novios.

El batallón
Por aquellos años, Aldana fue enviado a comandar los ejercicios militares de un batallón de 300 hombres, en Asunción Mita. A los días, los soldados se quejaron por la calidad del frijol que estaban comiendo. Aldana, de inmediato, fue a reclamar a las cocineras y pidió hablar con la encargada. Resulta que era Aída.

No supo qué decir, excepto que se solucionara el problema, aunque con voz suave. Ahí mismo se puso a averiguar quién era aquella bonita muchacha, pero se decepcionó al saber que tenía novio —el aviador—. Para colmo, era su compañero de armas.

Una tragedia cambió el rumbo de la historia. Resulta que el piloto sufrió un accidente en el que falleció. Aída quedó desconsolada. El mismo Aldana se ofreció a apoyar en la recuperación del cuerpo y de los trámites legales.

El 19 de octubre de 1944, Aldana fue informado de que un delator hizo que todo se viniera abajo. Por ello, las autoridades lo empezaron a buscar, pero se escondió a tiempo en casa de unos amigos. Ante el desorden, los demás llevaron a cabo el plan, esa misma noche.

Ponce Vaides cayó y se nombró un triunvirato con Árbenz Guzmán, Arana y el civil Jorge Toriello Garrido. Fue entonces (20 de octubre) que Aldana pudo salir de su refugio.

Con el nuevo gobierno revolucionario, el coronel fue nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército, un cargo que, en ese entonces, ocupaba precisamente su padre —el que lo había desconocido como hijo—. Carlos Aldana Sandoval decidió enfrentarlo y le pidió que, en nombre de la Revolución, desistiera de su puesto.

En 1945, cuando Juan José Arévalo entró al gobierno, fue nombrado ministro de Comunicaciones y Obras Públicas, por lo que estuvo a cargo de la construcción de las escuelas Tipo Federación, la carretera al Atlántico, la Ciudad Olímpica y el Estadio Revolución —hoy Mateo Flores—.

Asimismo, en 1949, Aldana ayudó a crear al famoso Comunicaciones Futbol Club —los cremas—, que tomó como base al club España y a colaboradores de aquel ministerio gubernamental.

En 1949, la municipalidad capitalina decidió extender la 6a. avenida, pero algunas propiedades obstaculizaban las obras, entre ellas, Villa Aída. Se decidió rebajar el nivel de la calle, dejando pasar el ferrocarril sobre el puente cercano a la Municipalidad capitalina.

Por eso, la casa está tres metros arriba sobre la calle, con el aspecto de un castillo o un barco.

En mayo de 1951, el presidente Árbenz nombró embajador de Guatemala en Washington a Aldana, por lo que la familia dejó la residencia de la zona 4, temporalmente.

En octubre de 1952 regresaron al país, también por órdenes del gobernante. El militar se hizo cargo una vez más del Ministerio de Comunicaciones. En tanto, las relaciones entre EE. UU. y Guatemala se vinieron abajo.

En secreto, la embajada estadounidense se reunió con Aldana para ofrecerle una posible candidatura a la presidencia de la nación, ya que su ideología era “moderada”, pero él les respondió: “Aunque no estoy de acuerdo del todo con Árbenz, no puedo traicionar la Revolución”.

Ahí selló su destino: el exilio en El Salvador.

El país vecino le abrió las puertas a los Aldana, donde vivieron del ganado y por la distribución de unos trenes de juguete de la marca Lionel. Doña Aída, asimismo, decidió tomar un curso de cultora de belleza. Allá recobraron la tranquilidad y felicidad.

En 1958, unos meses después del asesinato de Carlos Castillo Armas, los Aldana pudieron regresar a Guatemala. Sin embargo, muchas cosas cambiaron. Con el transcurrir de los años, el coronel tuvo diversos cargos en el Gobierno —aunque de menor jerarquía—, pero lo despedían al poco tiempo “por órdenes de arriba”.

La familia tuvo que afrontar episodios terribles porque, tras los rumores constantes de golpes de Estado, buscaban a Aldana acusándolo de ser sospechoso. De esa cuenta, lo mantenían preso, sacándolo de Villa Aída mientras se aclaraba la situación.

Aquella persecución psicológica hizo mella en su salud. Se volvió amargado, desconfiado y paranoico. Ante eso, se refugió en la bebida y el cigarrillo. También leía muchos libros, resolvía crucigramas y cuidaba las mil 500 macetas que habían en la residencia. Era un ermitaño.

Conforme los hijos crecían, la residencia fue quedando vacía. Los últimos tres ocupantes fueron el coronel Aldana, doña Aída y su hijo menor, Alejandro, quien a principios de la década de 1990 tuvo una pequeña oficina de levantado de texto y gráficos que se llamaba Fama ilustrada.

Ahí se imprimieron la revista Por qué —de Danilo Barillas— y el periódico No nos tientes, del Honorable Comité de Huelga de Dolores, de la Universidad de San Carlos.

Alejandro se mudó a Estados Unidos en 1991. A partir de entonces, la casa la ocuparon únicamente los esposos.

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