Las desigualdades se agravaron profundamente en el mundo desde la década de 1980, en particular en Estados Unidos, según un informe publicado el jueves por un centenar de economistas, que se muestran preocupados ante un posible empeoramiento de la situación de aquí a 2050.
En Europa, África, Asia o el continente americano, “las desigualdades aumentaron en casi todas las regiones del mundo”, asegura este “informe sobre la desigualdad global”, que compara de manera inédita el reparto de la riqueza a nivel mundial y su evolución desde hace casi cuatro décadas.
Este fenómeno se desarrolló no obstante “a ritmos diferentes” según las regiones, precisan los investigadores, que señalan un fuerte aumento de las desigualdades en Estados Unidos, pero también en China y en Rusia, países cuyas economías se liberalizaron significativamente durante los años 1990.
Según el informe, dirigido principalmente por Lucas Chancel (Paris School of Economics), Gabriel Zucman (Berkeley) y Thomas Pikkety, autor del superventas “El capital en el siglo XXI”, la parte de la riqueza nacional en manos del 10% de los contribuyentes más ricos pasó del 21% al 46% en Rusia y del 27% al 41% en China, entre 1980 y 2016.
En Estados Unidos y Canadá, este índice pasó del 34% al 47%, mientras que en Europa hubo una subida “más moderada” (del 33% al 37%). “En Oriente Medio, en África subsahariana y en Brasil, las desigualdades se mantuvieron relativamente estables”, pero “a niveles muy elevados”, precisa el informe.
– Divergencia extrema –
En 2016, el podio de las regiones y países menos igualitarios estaba formado por Brasil (55% de los ingresos nacionales en manos del 1% más rico), India (55%) y Oriente Medio (61%), que perfila según los autores un “horizonte de desigualdades” a escala mundial.
En esta última región, las desigualdades están “sin duda subestimadas”, subraya además el documento, que menciona una contradicción entre las estadísticas oficiales de los países del Golfo y “algunos aspectos de su política económica”, como “el creciente recurso a trabajadores extranjeros poco pagados”.
En términos de evolución, la divergencia es además “extrema entre Europa occidental y Estados Unidos, que tenían niveles de desigualdad comparables en 1980, pero se encuentran actualmente en situaciones radicalmente diferentes”, señala el texto, realizado con la ayuda de un centenar de investigadores de 70 países.
En 1980, la parte de la riqueza nacional en manos del 50% de los contribuyentes más pobres era casi idéntica en las dos regiones: un 24% en Europa occidental y un 21% en Estados Unidos. Desde entonces, esta tasa se estabilizó en el 22% en lado europeo, y cayó al 13% en Estados Unidos.
Un fenómeno que se explica, según Thomas Piketty, por “la caída de los ingresos más bajos” en Estados Unidos, pero también por “una desigualdad considerable en materia de educación” y “una fiscalidad cada vez menos progresiva” en este país. “Esto muestra que las políticas públicas tienen un fuerte impacto en las desigualdades”, añade.
– Márgenes de maniobra –
La principal víctima de esta dinámica, según el informe, que se apoya en 175 millones de datos fiscales y estadísticas resultantes del proyecto wid.world (wealth and income database), es la “clase media mundial”.
“Desde 1980, el 1% más rico aprovechó el doble el crecimiento mundial que el 50% más pobre”, señaló Lucas Chancel en una conferencia. Según él, los contribuyentes más podres han visto sin embargo aumentar ligeramente sus recursos, lo que no fue el caso de la clase media, cuyo “crecimiento de ingresos fue bajo”.
¿Estas desigualdades van a agravarse o a atenuarse en el futuro? En su informe, los autores anticipan un nuevo crecimiento de aquí a 2050, en base a las tendencias actuales. La parte de patrimonio de los más ricos pasaría así del 33% al 39%, mientras que “la clase media mundial” vería su parte de patrimonio “menguar”, del 29% al 27%.
“Tal evolución no es sin embargo inevitable”, insiste Chancel. Según sus proyecciones, las desigualdades se agravarán más, si todos los países siguen la tendencia actual en Estados Unidos, pero podrían reducirse ligeramente si siguen la trayectoria de la Unión Europea.
“Hay márgenes de maniobra. Todo dependerá de las decisiones que se tomen”, concluye Pikkety, que juzga necesario un “debate público” sobre estas cuestiones.