La economía en la zona euro avanza a toda máquina -su crecimiento marcó en 2017 un máximo en 10 años- pero la recuperación no acaba de llegar a los jóvenes, cuya tasa de desempleo supera los niveles previos a la crisis económica.
Según datos de la oficina europea de estadísticas Eurostat, el índice de desempleo de los menores de 25 años en la Eurozona en diciembre de 2017 (17,9%) duplica la tasa general (8,7%).
A pesar de una caída constante desde el máximo del 24,7% establecido en febrero de 2013, en el peor momento de la recesión en la zona euro, el desempleo juvenil sigue por encima del 15,1% de febrero de 2008, antes de la caída de Lehman Brothers que condujo a la crisis de la deuda.
La desocupación de los jóvenes, no obstante, tiende a ser superior al de los activos en general por razones estructurales, ya que estos llegan sin ninguna experiencia al mercado laboral.
“Su inserción es una sucesión de ensayos y errores que necesita varias idas y venidas al desempleo antes de encontrar el puesto adecuado”, resume Stéphane Carcillo, economista de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
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– Más sensibles a la coyuntura –
Con la recuperación económica, iniciada a finales de 2013, el desempleo en su conjunto, que tocó un pico de 12,1% de abril a junio de 2013, también retrocedió. Pero el paro juvenil es más “sensible a la coyuntura” por la “flexibilidad de los contratos”, según Carcillo.
“Cuando la economía progresa, las empresas firman rápidamente contratos de entre tres y seis meses. Y cuando patina, se separan de sus trabajadores temporales”, apunta el economista de la OCDE.
La situación de los activos menores de 25 años en los 19 países de la zona euro es desigual. Alemania, la primera economía europea, registró un desempleo juvenil del 6,6% en diciembre de 2017 y Austria del 9,3%, muy por debajo del de los países del sur de Europa.
En estos últimos, más golpeados por la crisis de la deuda, fue en diciembre de 2017 superior al 20%: 40,8% en Grecia (cifras de octubre), 36,8% en España, 32,2% en Italia y 22,1% en Portugal.
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– Empresarios y programas educativos –
“En países como Alemania o Austria, los jóvenes tienen menos problemas para incorporarse al mercado laboral gracias a un sistema educativo que pone énfasis en la formación”, apunta Karl Brenke, economista del instituto DIW de Berlín.
Cuentan con una experiencia laboral vinculada a su formación técnica y ya han entrado en contacto con sus futuros jefes, lo que facilita su paso a la vida activa.
“Los empresarios participan en el programa educativo para que el contenido de la formación en el aula corresponda precisamente a las necesidades de las empresas”, apunta Carcillo.
Para el economista, este sistema de formación en alternancia -en un centro educativo y en una empresa- no se limita solo a los empleos manuales, sino que también se desarrolla en el sector de los servicios, en aseguradoras, bancos, etc.
Por lo tanto, la situación de los jóvenes activos en estos países difiere menos que la del conjunto.
Además, “Alemania, un país federal, cuenta con un tejido empresarial relativamente bien repartido por todo el territorio, contrariamente a España o Italia, que tienden a tener focos industriales”, según Claire Dhéret, del European Policy Centre.
En España e Italia, “para proponer una formación en alternancia a un joven, debe haber una necesidad y, si no hay empresas en la región donde vive, es más difícil”, agrega la analista de este centro de reflexión basado en Bruselas.
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– ‘Garantía para la Juventud’ limitada –
A causa de las políticas de austeridad especialmente duras y la recesión económica, los países más afectados por el desempleo juvenil son Grecia y España.
En un estudio publicado en noviembre de 2017, la Fundación Bertelsmann apuntaba también que en Grecia la tasa de paro juvenil de larga duración (más de 12 meses) se había disparado, “pasando del 6,5% en 2008 al 22,9% en 2016”.
En 2013, los dirigentes europeos se movilizaron con el programa “Garantía para la Juventud”, financiado por el presupuesto comunitario, que proponía una formación o un trabajo en los cuatro meses posteriores al fin de los estudios o a la pérdida de un empleo.
Su efecto fue limitado. “No se ve en absoluto en las estadísticas”, asegura Brenke. Menos duro, Carcillo considera que al menos habrá servido para llamar la atención sobre esta lacra.
“Más allá del problema del desempleo, también está la cuestión de la remuneración de estos jóvenes y sus perspectivas a largo plazo”, subraya Dhéret, quien apunta que “se trata de la primera generación que cree que estará peor económicamente que sus padres”.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) coincide. En un estudio publicado hace una semana, señala que desde 2007 “la brecha de ingresos entre generaciones en Europa aumentó en detrimento de los jóvenes” y que “sin una política adecuada”, “una generación entera podría no recuperarse nunca”.
Y añade: “Para reducir el riesgo de que los jóvenes se empobrezcan y pierdan sus ingresos de por vida, es esencial facilitar su integración en el mercado laboral”.
Con información de la agencia: AFP
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