Oficiar un bautizo, una comunión e incluso una boda bajo una carpa y rodeado de malabaristas, trapecistas, payasos o magos es a lo que se dedica el padre José, que desde hace veinte años recorre España para llevar los sacramentos al mundo del circo.
José Aumente es el director de la Pastoral de Circos y Ferias de la Conferencia Episcopal Española (CEE), pero en el mundo circense lo llaman “padre” a secas y todos tienen su número de teléfono. Sin más oficialismos, le avisan directamente para que acuda a la localidad de turno para impartir un sacramento. Éste es su trabajo.
“Acabo de oficiar cuatro comuniones en Tortosa (Tarragona, noreste), ahora salgo para Granada (sur) y luego iré a La Coruña (noroeste) a un bautizo”, relata a Efe emocionado por lo que considera un deber como sacerdote, pero, al mismo tiempo una satisfacción personal.
Reconoce que se siente “muy a gusto” con la gente del circo, a la que ve “abandonada por los políticos” y “entregada a su suerte”. Pero, a pesar de ello, son personas muy agradecidas.
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Ya ha perdido la cuenta de cuántos bautizos y comuniones ha oficiado a lo largo de su carrera, pero se ha recorrido España entera con el catecismo debajo del brazo en esa especie de vida nómada que comparte con quienes trabajan y viven del circo.
En su tarea tiene la ayuda de los maestros que acompañan a las compañías a lo largo del curso dando clases a los hijos de los trabajadores del circo. Ellos les enseñan la catequesis y los preparan para recibir la comunión y, cuando no hay maestros, son los padres lo que asumen esta función.
La mayoría de los niños son españoles, hijos de italianos. Su modo de vida – según Aumente – es duro ya que viven itinerantes, y no saben lo que es tener la misma escuela, los mismos compañeros, las mismas tiendas o calles, pero están acostumbrados porque la mayoría de ellos no ha conocido otra cosa.
Precisamente esta peculiaridad es la que hace que la celebración de los sacramentos sea también más “auténtica”.
“Son ceremonias muy participadas y bonitas”, a las que acude toda la comunidad, familias enteras. “Es la fiesta de todo el circo” y se oficia en la misma pista. “Luego, por la noche, celebramos una barbacoa y estamos hasta las tantas, en nuestro ambiente”, cuenta.
A diferencia de la mayoría, estos niños celebran las comuniones un martes o un miércoles, cuando no hay función, porque los trabajadores del circo -asegura- son personas muy responsables, que cuidan mucho su alimentación cuando tienen que actuar, pero a los que también les gusta disfrutar de las celebraciones.
Del mundo del circo, Aumente destaca la importancia de la familia. “Los padres están con sus hijos desde que se despiertan hasta que se acuestan, comen juntos a diario y comparten su vida también con los abuelos, con quienes conviven”, a diferencia del resto.
“Saben que me pueden llamar en cualquier momento y que voy a responder con generosidad a sus demandas, es lo que puedo hacer como sacerdote”, afirma.
Por ellos no vive esta tarea como una carga, aunque confiesa que es dura, pues sabe que lo que él hace no lo va a hacer nadie. “Es mi pequeña aportación a la causa del circo”, concluye.
Con información de la agencia EFE
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