Hace tres años, la isla griega de Lesbos estuvo en el epicentro de la crisis migratoria de 2015, la más importante en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
En el momento de mayor intensidad de la crisis de los refugiados, unos 5.000 solicitantes de asilo, sirios la mayoría de ellos, llegaban a diario a las costas de Lesbos en el verano de 2015.
Centenares de ellos murieron ahogados. Más de 800 personas, muchas de ellas menores de edad, fallecieron en 2015 en el este del Mediterráneo.
Las autoridades de Lesbos se vieron rápidamente desbordadas por la situación y su responsabilidad de registrar a los refugiados y alojarlos.
Los habitantes locales se volcaron en darles comida, ropa y ofreciéndoles un techo, antes de la llegada de oenegés y grupos de voluntarios.
Tres años después, la situación ha cambiado de forma radical en Lesbos.
Tras la firma del acuerdo entre la UE y Turquía en marzo de 2016, en el que las autoridades turcas aceptaron impedir el paso de migrantes clandestinos a cambio de ayuda económica, se redujo de forma significativa la llegada de extranjeros a las costas griegas.
Embarcaciones de la agencia europea de control de las fronteras Frontex y de la OTAN patrullan las aguas del Mediterráneo oriental.
Actualmente, entre 35 y 80 personas llegan a diario en las costas griegas.
Unos 9.500 refugiados malviven en el campo de acogida de Moria, lo que dobla la capacidad de este campamento de Lesbos.
Las autoridades de esta isla griega intentan alejar los refugiados de las playas más turísticas. Tras desembarcar en Lesbos, son transportados a campos de refugiados.
También hacen desaparecer del litoral los chalecos salvavidas, los botes hinchables y otros objetos que reflejan la llegada de inmigrantes.
Numerosos turistas ignoran que en la misma arena donde toman el sol miles de refugiados llegaron en busca de una vida segura. Y muchos de ellos aún no la han encontrado.