Las ballenas perdieron los dientes antes de desarrollar las barbas (láminas flexibles con las que filtran el agua y los alimentos), por lo que debieron pasar una fase intermedia en su evolución en la que no tuvieron una cosa ni la otra, según un análisis del fósil de un ejemplar de hace 33 millones de años.
Ni dientes, ni barbas
Un estudio publicado en la revista especializada Current Biology describe por primera vez la “Maiabalaena nesbittae“, una ballena que vivió hace aproximadamente 33 millones de años.
El fósil de “Maiabalaena” descrito en el estudio fue encontrado en el estado de Oregon (EE.UU.) en la década de 1970 y pertenece a la colección del Museo Nacional de Historia Natural, ubicado en Washington.
Un equipo de expertos de ese museo volvió a limpiar y examinar el fósil con tecnologías de escáner más modernas y determinó que no tenía dientes ni barbas.
“‘Maiabalaena representa una etapa intermedia sorprendente entre las ballenas modernas que se alimentan por filtración (a través de las barbas) y sus ancestros con dientes”, explicó Carlos Mauricio Peredo, del Museo Nacional de Historia Natural y autor principal del estudio.
Cuando las ballenas evolucionaron por primera vez y se fueron de la tierra al mar usaban los dientes para masticar la comida, igual que sus antepasados terrestres.
Pero a medida que los océanos y ellas mismas fueron cambiando desarrollaron el actual sistema de barbas, una estructura anatómica única entre los mamíferos.
Las barbas de las ballenas, que pueden parecerse a un peine, consisten en unas láminas córneas y elásticas que tienen en sus maxilares y que utilizan para filtrar el plancton del que se alimentan.
Hubo, no obstante, un periodo de cambios geológicos masivos hace 33 millones de años, de transición del Eoceno al Oligoceno, en el que las ballenas ya habían perdido los dientes pero todavía no tenían barbas, según sugieren los hallazgos del estudio.
Tanto la pérdida de los dientes como la posterior aparición de las barbas son una prueba de la capacidad de adaptación al medio , cuya supervivencia en los océanos dependerá en parte de cómo evolucionen en el cambiante entorno actual.
Fuente: EFE