Se jugó en Madrid, pero el sufrimiento y el festejo fue absoluto en Buenos Aires.
River Plate se consagró campeón de la Copa Libertadores tras vencer a su clásico rival Boca Juniors el domingo en una final eterna que duró casi un mes e incluyó una postergación por temporal y luego una suspensión y mudanza a la capital española por sucesos de violencia, un hecho inédito en la historia del certamen sudamericano.
Pese al disgusto que provocó en los fanáticos de ambos equipos la disputa del partido decisivo por el título en Europa, cada uno de ellos lo vivió en Buenos Aires con la misma intensidad, sufrimiento, emoción y locura que si se hubiera jugado en la cancha de su eterno rival.
Varios miles de hinchas “millonarios” continuaron festejando el domingo por la noche la cuarta Libertadores para el club en el Obelisco, icónico monumento en el centro de la capital argentina donde se celebran los triunfos deportivos.
Otros cientos gritaban “dale campeón, dale campeón” frente al estadio Monumental, donde se suponía debía definirse la copa, pero la Conmebol le quitó la localía a River en castigo por el ataque que un grupo de sus hinchas lanzó contra el autobús que trasladaba a los jugadores boquenses el pasado 24 de noviembre.
Mientras por toda la ciudad se escuchaban bocinazos de automóviles y motocicletas.
La fiesta riverplatense también se extendió por plazas en distintas provincias de Argentina.
“Un minuto de silencio para Boca que está muerto”, cantaban los fanáticos extasiados mientras daban una vuelta “olímpica” alrededor del Obelisco agitando banderas rojas y blancas bajo una lluvia torrencial que luego se disipó para dar lugar al arco iris. “Ya se acerca Nochebuena, ya se acerca Navidad, para todos los bosteros (apodo para los hinchas de Boca) el regalo de papá”.
“No se puede creer”, expresó con la voz entrecortada Marcelo Gómez, un hincha riverplatense que siguió la final en un bar a pocas cuadras del monumento. “No se puedo jugar acá en la cancha de River, hubo que aguantarse. Pero al final se nos dio”.
Los hinchas cantaron hasta la afonía por “muñeco, muñeco”, apodo de Marcelo Gallardo, el entrenador que con este título se convirtió en la figura más trascendente en la historia del club millonario, incluso por encima de Ángel Labruna y Ramón Díaz, los otros estrategas ganadores que dejaron su huella.