En muchas partes del mundo los deportistas transgénero están sorteando obstáculos y siendo aceptados por sus compañeros y la afición. Pero persisten los resquemores, sobre todo cuando surgen mujeres transgénero que dominan sus especialidades.
El debate en torno a estos deportistas continúa y hace poco Martina Navratilova, militante de la causa de los gays y quien en 1981 reveló que era lesbiana, fue acusada de “transfóbica” por haber dicho que las mujeres transgénero, incluso las que se sometieron a tratamientos hormonales, tienen ventaja sobre otras deportistas.
“Un hombre puede decidir que es mujer, tomar hormonas si así lo exige su federación deportiva, ganarlo todo, hacerse tal vez rico y después dar marcha atrás con su decisión, volver a ser hombre y tener hijos si así lo desea”, escribió la legendaria tenista en un ensayo publicado por The Sunday Times de Londres el 17 de febrero. “Es absurdo, es hacer trampa”.
Los partidarios de la admisión de los deportistas transgénero reaccionaron furiosos. Una agrupación, Athlete Ally, sacó a Navratilova de su junta asesora y dijo que no volverá a usarla como embajadora.
“Las mujeres trans no buscan dominar el deporte femenino”, dijo Athelte Ally. “Son mujeres y quieren competir en el deporte que tanto quieren, igual que cualquier otro deportista”.
El artículo de Navratilova revivió una vieja disputa con Rachel McKinnon, una ciclista canadiense transgénero que en octubre ganó el mundial de velocidad para mujeres de entre 35 y 44 años.
McKinnon sostuvo que la tesis de Navratilova “se basa en argumentos ficticios, inventados, una fantasía”.
“Se imagina un hombre cisgénero que no existe, que se hará pasar por una mujer transgénero, convencer a un psicólogo y a un médico de que le den terapia hormonal, encarar el proceso legal de cambio de sexo, esperar el mínimo de 12 meses de supresión de la testosterona que estipulan las reglas del COI, competir y después cambiar de parecer y volver a procrear”, expresó en un correo electrónico enviado a la Associated Press.
“Eso jamás sucederá”, agregó. “Es un temor irracional a las mujeres trans”.
En términos generales, los partidarios de la admisión de los deportistas transgénero se muestran satisfechos con los progresos.
El Comité Olímpico Internacional (COI) permite a los deportistas trans competir en eventos que avala desde el 2003, pero hasta el 2016 les exigía que se sometiesen primero a operaciones de cambio de sexo. Bajo las nuevas reglas, las mujeres que pasaron a ser hombres pueden competir en las pruebas masculinas sin restricciones, pero los hombres que pasan a ser mujeres tienen que demostrar que sus niveles de testosterona han estado por debajo de cierto nivel antes de competir entre las mujeres.
Helen Carroll, técnica de básquetbol a nivel universitario en Estados Unidos, dijo que muchas deportistas trans se esfuerzan por combatir los efectos del tratamiento hormonal y enfrentan un escepticismo inmerecido cuando sobresalen en sus deportes.
“Mientras los trans pierdan y no sobresalgan, todo está bien”, dijo Carroll. “Pero en cuanto empiezan a ganar, ahí surgen las suspicacias acerca de si siguen siendo hombres”.
El fenómeno no es nuevo. Cuando Michelle Dumaresq ganó el campeonato nacional de ciclismo de montaña en Canadá en el 2006, la subcampeona Danika Schroeter se presentó a la ceremonia de premiación con una camiseta que le había dado su novio que decía “Pura Mujer, 100%”.
Posteriormente declaró al diario canadiense The National Post que “en ese momento perdí el cariño que le tenía al deporte… Eso me destrozó”.
En Brasil, Tiffany Abréu pasó a la historia como la primera jugadora transgénero que compitió en una de las principales ligas de vóleibol femenino en 2017, cinco años después de dejar de jugar en ligas masculinas. Agradece el apoyo que ha recibido y dice que sueña con ser llamada a la selección que irá a los juegos olímpicos del 2020.
Su admisión en el vóleibol femenino de Brasil, no obstante, es cuestionada por Ana Paula, que estuvo en cuatro olimpíadas como jugadora de vóleibol y de vóleibol de playa.
Ana Paula le envió una carta abierta al COI en diciembre en la que expresó su preocupación por lo que describió como “la amenaza de que se desvirtúen totalmente las competencias femeninas con la aceptación de deportistas que nacieron hombres, que desarrollaron una musculatura, huesos, capacidad pulmonar y cardíaca de hombres”.
Dijo que es un “disparate” permitir que “hombres biológicos” compitan con mujeres.
“Es algo que rebasa la esfera de la tolerancia y constriñe, humilla y excluye a las mujeres”, sostuvo. “Está en juego el espacio ganado de manera íntegra por las mujeres en el deporte”.
Una foto de McKinney en el podio, flanqueada por dos corredoras mucho más pequeñas, causó tremendo revuelo en las redes sociales cuando la ciclista canadiense ganó el campeonato nacional.
Y su caso cobró nuevamente prominencia cuando discutió con Navratilova vía Twitter en diciembre.
“No puedes declararte mujer y competir contra mujeres”, dijo Navratilova. “Tiene que haber ciertas normas, y tener un pene y competir como mujer no debería satisfacer esas normas”.
Navratilova retiró ese tuit y no volvió a hablar en público del tema hasta su artículo de mediados de febrero. McKinney, por su parte, dice que sigue entrenándose con todo, además de dedicarse a su profesión de profesora de filosofía, y que aspira a competir con el equipo canadiense en los juegos olímpicos del año que viene.
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El reportero de la Associated Press Mauricio Savarese (Sao Paolo) colaboró en este despacho.
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David Crary está en https://twitter.com/CraryAP