De la inagotable cantera de talentos que produce la marcha atlética en Guatemala, hace dos años brotó la figura de Uriel Bernardo Barrondo, quien derribó todos los prejuicios de que los atletas deben formarse desde jóvenes.
Duplicando esfuerzos, el atleta de 25 años se abrió camino en el deporte de alto rendimiento decidido a escribir sobre el asfalto su propio legado.
En esta charla, Uriel admite que hace 3 años creía que su vida iba a terminar dentro de las cuatro paredes de una oficina, además compara a su disciplina con el ballet y plasma su gran anhelo por competir en Juegos Olímpicos.
El marchista que debutó en el Ciclo Olímpico con la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos de Managua en 2017, se unió a la marcha inspirado en su hermano Erick, quien en 2011 y 2012 consiguió notables éxitos en Juegos Panamericanos y Olímpicos respectivamente.
Con marcas de clasificación para los Juegos Panamericanos de Lima, Perú y para el Campeonato Mundial de la IAAF en Doha, Catar, Uriel ha plasmado su excelencia competitiva de la mano de su entrenador, Mynor Ortiz.
“Yo era una persona que pensaba que en una oficina se terminaba todo y ahora creo que ir a Juegos Olímpicos es lo mas importante. Soy alguien que sabe que las metas se pueden cumplir, porque trabajando fuerte se gana el respeto y cariño de muchas personas”, expresa Uriel con mucha seguridad.
Paso a paso superando obstáculos
“Da un poco de tristeza recordar mi infancia. Éramos una familia de escasos recursos y sufrimos. Sin embargo mis padres hicieron todo por nosotros, fueron un ejemplo”, relata.
Tras los éxitos de su hermano mayor, la vida de su familia cambió y Uriel tomó los tenis para empezar a entrenar.
“Me sentí orgulloso de los logros de Erick. Luego empezó a competir nuestra hermana pequeña Irene. Y verlos me motivo, luego les dije que podía dar más de lo que esperaban”, recuerda.
Luego llegó el momento de dar el paso: “Me presenté al equipo sin saber marchar, con problemas técnicos y fuera de forma. Pero Erick y Mirna Ortiz apostaron por mi y empecé a tener el seguimiento de mi entrenador”, añade.
Después de su adaptación, Uriel se puso a prueba en eventos de primer orden. En la Copa del Mundo de Taicang, en mayo del 2018 en China, logró el mejor tiempo de su carrera en la prueba de 50 kilómetros, 3:53:10 horas que le valió para finalizar en el puesto 16.
“En la marcha nada esta escrito, cualquier cosa pueda pasar. Vives momentos tristes y alegres, pero es parte de un solo fin, la meta grande: llegar a los Juegos Olímpicos”, aseguró.
Anhelos sobre el asfalto
Uriel, de personalidad seria y al mismo tiempo bromista, deja claras sus intenciones a futuro: “Sueño grande, quiero conseguir una medalla en Juegos Olímpicos”.
Lejos de compararse con su hermano, Uriel afirma: “Es un gran atleta, no tengo nada que envidiarle, ya que ha ganado con su propio esfuerzo, entrenado duro. Yo estoy haciendo el mío y lo demostré el domingo durante el Centroamericano (fue segundo en la prueba de 50 kilómetros a un segundo de diferencia). En Juegos Panamericanos quiero hacer equipo con él y luchar por conseguir dos medallas”, resumió.
Exigencia y respaldo institucional
En el programa olímpico del atletismo, la disciplina de marcha es una de las 24 pruebas divididas en ruta, pista y campo. Es considerado uno de los eventos más peculiares debido a los gestos técnicos que deben cuidar los atletas para no sufrir descalificaciones.
“Es como hacer ballet, porque requiere mucha delicadeza y concentración. Físicamente tienes que estar preparado, pero también técnicamente, porque sino puedes perder”, explica.
Uriel sabe que los buenos resultados no llegan solos y por eso manifiesta su agradecimiento al apoyo recibido por parte de las organizaciones deportivas: “La Federación siempre ha estado pendiente de nosotros, la CDAG capacita a los entrenadores y nos brinda asistencia de nutrición. El Comité me da el apoyo económico y nos apoyan con entrenador y viajes de competencia”.
Fuera de la pista, Uriel cuenta que disfruta mucho del tiempo en familia, que es seguidor del anime (cine de animación japonés) y prefiere la música clásica que no ofenda a las mujeres. A pesar de haber repetido la sesión de fotos para graficar esta nota, Uriel nunca perdió la sonrisa y con amabilidad pidió “las “mejores” para compartir en sus redes sociales.