Dos autos clásicos se colocan fuera de un cine que se desmorona. Una calle estrecha está llena de luz solar, sus fachadas de colores pastel y persianas que se abren contra un cielo saturado.
Estas escenas, capturadas por la fotógrafa francesa Helene Havard, serán familiares para aquellos que han visitado La Habana. Sin embargo, los tonos vibrantes no naturales de las fotos, mejorados en la postproducción, vuelven a imaginar la capital cubana como un paraíso de ensueño.
“En lugar de verlo oscuro y decaído, traté de imaginármelo como un sueño”, dijo Havard. “Traté de ver a Cuba de una manera muy diferente: tratar de imaginarlo como algo más soñador, porque no es fácil vivir allí”.
Sus imágenes destacan las tradiciones arquitectónicas de La Habana, un crisol de influencias francesas, españolas y moriscas. La ciudad es famosa por su mezcla de Art Deco, neoclásico y barroco.
Pero más allá de celebrar el atractivo visual de La Habana, las motivaciones de la fotógrafa fueron políticas. Impulsada por su compromiso con la libertad y la curiosidad sobre la identidad política del país, Havard concibió el proyecto como una forma de escapismo del gobierno comunista. Ella señala las sanciones económicas y las libertades restringidas que han perdurado en Cuba desde que Fidel Castro llegó al poder en 1959.
Y si la paleta y la composición de Havard evocan las del director de cine Wes Anderson, es pura coincidencia. La fotógrafa admitió que no estaba familiarizada con el trabajo de Anderson hasta hace poco. “Me sorprendió porque nunca había visto sus películas!” ella dijo. “Cuando me compararon con él, descubrí su trabajo y es muy, muy bonito, por lo que fue un gran honor compararme con él. Sus películas se ven realmente soñadoras, y probablemente sea algo que me va a influir en el futuro.”