Los “Cuartos de Maravillas” aparecieron durante el Renacimiento y están considerados los antecesores de los actuales Museos. Su nacimiento está relacionado con los grandes descubrimientos de los siglos XVI y XVII que permitieron conocer toda una serie de productos y objetos de lo más extraños.
Animales, vegetales, minerales, instrumentos científicos y todo tipo de artilugios extraños se agolpaban en estas colecciones que tuvieron un papel importante en el desarrollo de la ciencia, aunque también era común encontrar elementos basados en la superstición como sangre de dragón o esqueletos de bestias bastante extrañas
Estos Cuartos de Maravillas también se denominaban Gabinetes de Curiosidades y este nombre provenía de una pequeña habitación adjunta a los dormitorios de nobles y aristócratas donde estos se refugiaban para alejarse del trajín diario. Fue en ellos donde comenzaron a atesorar las colecciones. Eruditos como Gabriel Kaltemarckt aconsejaban sobre los tres tipos de elementos indispensables en los gabinetes. En primer lugar esculturas y pinturas, en segundo lugar objetos curiososos de la patria o el extranjero y, por último, cornamentas, cuernos, plumas y otras cosas pertenecientes a animales exóticos.
Estas colecciones se encontraron por toda Europa destacando la del zar Pedro el Grande o la del archiduque Leopoldo Guillermo de Habsburgo, aunque sin lugar a dudas la más famosa de todas fue el Cuarto de Maravillas del Collegio Romano, iniciado por el jesuita Athanasius Kircher, al que se sumó la donación de objetos curiosos realizada por Alfonso Donnini.
Las Cámaras de maravillas no eran sólo para disfrute de su dueño, sino que servían para ser vistos, lo que resultaría de lo más entretenido a sus visitantes. Sin lugar a dudas estarían ante el museo más extraño que pudieran ver en sus vidas.
Los Cuartos de Maravillas desaparecieron durante los siglos XVIII y XIX, terminando sus objetos más interesantes en Museos de Arte y de Historia Natural o incluso fundándose Museos para albergar colecciones concretas como el Museo Ashmolean en Oxford que alberga la colección de Elias Ashmole.