La pandemia de coronavirus no sólo ha provocado una crisis hospitalaria y económica que no se había visto en años, también parece acabar con nuestra salud mental. Para muchos, el aislamiento y el distanciamiento social ha significado una verdadera pesadilla.
A medida que han pasado los meses, hemos dejado de ver a nuestros seres queridos. Ya no hay reuniones como antes. Menos abrazos o besos. Sin duda, nuestro desenvolvimiento social se está viendo afectado.
El hartazgo y la desesperación son tal, que algunas personas han comenzado a bajar la guardia. Varios han reanudando su vida social.
¿Qué es lo que hace que algunas personas prefieran tomar el riesgo a seguir confinados?
Los humanos nacemos en grupos sociales y toda la vida necesitamos pertenecer. Aprendemos, crecemos y nos formamos como parte de una sociedad, lo cual nos permite crear nuestra identidad personal. Es tanta nuestra necesidad de comunicarnos con otros que con el paso de los años, hemos creado formas de hacerlo, incluso más allá de las limitaciones geográficas.
Según el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA, por sus siglas en inglés), la socialización produce sentimientos de felicidad, reduce el estrés, la ansiedad y la depresión. Incluso, mejora la función cognitiva, la calidad de vida y la longevidad.
Actividades como ejercicios grupales, juegos de mesa y comidas con otros producen estimulación social y satisfacción.
Sabiendo esto, no es extraño entender por qué hemos llegado a un punto en el que nos sentimos frustrados y emocionalmente agotados.Por si fuera poco, en estos tiempos de crisis se está produciendo el llamado “sesgo optimista”, lo cual ha provocado que muchos se dejen llevar por la idea de que “no pasa nada malo”.
El peligro de pensar que “no pasa nada”
Los investigadores han descubierto que el cerebro humano a veces es demasiado optimista para su propio bien. Muchas personas subestiman la probabilidad de que ocurra un evento fatal que afecte su vida, como un divorcio, un accidente o una enfermedad.
El fenómeno también se conoce a menudo como “la ilusión de invulnerabilidad”, “optimismo irreal” y una “fábula personal”.
Este sesgo nos lleva a creer que tenemos menos probabilidades de sufrir desgracias y más probabilidades de alcanzar el éxito.
Creemos que viviremos más tiempo que el promedio y por ende, más probabilidades de éxito en la vida. En cierto modo, pensar en la realidad es afrontar lo que no queremos, una forma de alimentar la negatividad en nuestro cerebro.
Las consecuencias de tener ese “sesgo optimista” en tiempos de crisis es tomar malas decisiones que pueden tener resultados desastrosos como lo es enfermar.
Es así como muchas personas han dejado de tomar las medidas pertinentes como el uso del cubrebocas o el confinamiento. Algunos hacen viajes, asisten a reuniones o se olvidan de tomar distancia de otros. Independientemente de que este comportamiento tenga una explicación lógica, no es una excusa para hacerlo.
Socializar a distancia
Es difícil estar lejos de quien quieres pero es importante seguir acatando las medidas de seguridad impuestas en tu ciudad en la mayor medida posible. Hoy existen un sin fin de formas de mantenernos comunicados con otros y aunque no podamos abrazarnos o tener una fiesta, siempre hay formas seguras de convivir. No pongas en riesgo tu salud ni la de los otros. Pronto saldremos de esto.
*Con información de Nueva Mujer.