“No podíamos parar”. Mohamad Zahid luchó hasta el agotamiento para suministrarle oxígeno manualmente a su hija, pero Khushi acabó sucumbiendo. Como tantos otros niños en un hospital indio con pocas reservas de oxígeno.
Una enorme polémica estalló en India a raíz de la muerte de más de 60 niños – entre ellos recién nacidos – la semana pasada en un hospital público del Estado de Uttar Pradesh, en el norte del país.
El lunes, se organizó una manifestación en la capital, Nueva Delhi, para reclamar la verdad sobre el caso.
Entre las jóvenes víctimas figura Khushi (“Alegría” en hindi), la hija de Mohamad Zahid, de cinco años. Su familia la llevó al hospital Baba Raghav de Gorakhpur porque tenía mucha fiebre, pero su estado empeoró rápidamente.
“No se ha contado todo lo que ocurrió allí”, advierte Zahid, de 34 años, destrozado por el dolor y la rabia, en una entrevista a la AFP en su casa en Gorakhpur.
Según medios locales, unos 30 niños fallecieron el jueves y el viernes por culpa de la falta de oxígeno en los servicios pediátricos del centro médico. Según ellos, la empresa proveedora de bombonas dejó de suministrarlas, al parecer porque le debían facturas de millones de rupias, algunas de las cuales remontaban a noviembre.
Las autoridades afirman por su parte que este número tan elevado de muertes se debe a enfermedades como la encefalitis, endémica en esta región pobre, y no a la falta de oxígeno.
“¿Cómo pueden decir que la interrupción del suministro no tuvo un papel en estas muertes?”, se exclama este padre de 34 años.
‘Nos dolían terriblemente las manos’
Durante todo el viernes, él y un sobrino de 17 años se fueron turnando para bombear manualmente oxígeno a la niña y mantenerla así con vida.
El personal médico “nos dijo que continuáramos presionando (la bolsa manual de oxígeno) para estar seguros de que mi hija seguía respirando”, explica.
“Era extenuante. Nos dolían terriblemente las manos, pero no podíamos parar. No habíamos comido antes de venir al hospital y estábamos agotados con todo este estrés y esta espera”.
Zahid, que malvive con pequeños trabajos en el mercado local, afirma que estuvo al lado de su hija todo el tiempo, desde que fue ingresada hasta su fallecimiento, registrado el viernes por la noche. Khushi fue enterrada al día siguiente, según el rito musulmán.
Ante el rechazo de las autoridades sobre las consecuencias de la falta de oxígeno, este padre es categórico: “Mi hija podía todavía mover su cuerpo antes de que cesara el suministro de oxígeno. Su estado se deterioró cuando utilizamos las bolsas de aire manuales”.
El ministro jefe de Uttar Pradesh, Yogi Adityanath, podría dimitir por este caso, como lo reclaman algunos grupos.
Este radical hindú, diputado de Gorakhpur y aliado del primer ministro, Narendra Modi, alegó que estas muertes se debían a la enfermedad de la encefalitis, transmitida a través de un mosquito.
El domingo, el dirigente visitó el hospital y aseguró que, si hubo negligencia, los culpables serían castigados.
Como protesta, un grupo de estudiantes lanzó huevos y tomates contra la residencia del ministro de Sanidad del Estado. El partido del Congreso (oposición) estimó por su parte que los niños que perdieron la vida fueron víctimas de “asesinato”.
La Comisión india de los derechos humanos pidió el lunes al gobierno local un informe sobre estas muertes.
“Por supuesto que quiero saber qué le pasó a mi hija. Pero ¿nos lo dirán? Nunca lo harán, y qué importa ahora que mi hija está muerta”, se lamentó Zahid.
Con información de AFP