Wuilly Arteaga, el violinista de las protestas que dejaron 125 muertos en Venezuela, no es capaz de contarle a sus antiguos compañeros de prisión, donde pasó 20 días en agosto, que la calle “se apagó”.
Con una imagen viralizada en videos donde se le ve tocando el himno de Venezuela o el Alma Llanera, el músico de 23 años asegura, en entrevista con AFP, que le duele ver que “todo esté tan tranquilo”, tras cuatro meses de intensas manifestaciones que exigieron la salida del presidente Nicolás Maduro del poder.
– ¿Cuándo empezaste a inclinarte por la música?
Me gusta la música desde siempre. Me mudé a una iglesia con mis padres a los 9 años, allí había un teclado y me ponía a sacar melodías con un solo dedo. Me sacaron de la escuela porque según la religión el mundo se iba a acabar y no era necesario estudiar.
La iglesia se llama “Tabernáculo de restauración”. Está prohibido vestir jean, tener teléfonos celulares y televisión. Mi papá era uno de los más fanáticos, pero nos expulsaron cuando recibió un mensaje de texto que decía “mi amor” de una de las “hermanas” de la iglesia y eso fue considerado un adulterio. A mi mamá la internamos en un hospital psiquiátrico.
– ¿Cómo fue tu llegada a Caracas?
Mi papá consiguió hacer un ranchito en Valencia (centro) de donde soy. Pero a los pocos meses como me prohibían tocar el violín me mudé a Caracas, en 2015.
Tocaba en las calles y en el metro. Hice una audición para la Sinfónica Juvenil de Caracas y fui seleccionado. Me volví un adicto al violín. Viajé a Europa con la orquesta.
Dos años después de estar en Caracas comenzaron los problemas políticos dentro de la orquesta. Obligaban a los músicos a tocar en eventos donde hablaba Maduro.
Comencé a ver que era muy falso, porque todo el mundo hablaba mal de Maduro en los ensayos, pero luego reían cuando saludaba a la orquesta.
–
– ¿Tras abandonar la orquesta tuviste que volver a tocar en la calle?
Nunca dejé las calles. Cuando estaba en la orquesta tocaba al irme en el metro y ya tenía dinero para comer algo. Tocando en el metro hacía en un día lo que me ganaba en un mes en la orquesta.
Pero me quitaron el violín en el metro. Me quedé sin nada. Duré un año sin violín y comencé a tocar el piano en un hotel.
– ¿Cómo llegaste a las marchas opositoras?
Cuando asesinaron (3 de mayo) a Armando Cañizales (joven manifestante también violinista) sentí mucha impotencia y fui a tocar el violín en su entierro.
Poco a poco ya no era tocarle a los manifestantes, sino que me acercaba a tocarle a los guardias.
– Desde el gobierno se te señaló de promover la violencia.
Nunca he promovido la violencia, todo lo que he hecho es porque quiero un mejor país. He tenido mucho tiempo en la calle y sé las necesidades que hay.
Creo que entre músicos no podemos seguir con un sistema de orquestas que está bajo las riendas del gobierno. Me causó mucha indignación que le quitaran una gira al Sistema Juvenil de Orquesta porque el maestro Gustavo Dudamel, quien representa internacionalmente al Sistema, se pronunció contra la acciones del gobierno.
–
– ¿Tras las manifestaciones y tanta muerte, sientes que valió la pena?
Caí preso y todavía estaba la gente en la calle. Cuando llegué a la cárcel los muchachos que tienen meses y años presos decían que es increíble que los tienen abandonados.
Cuando salí, la calle estaba completamente vacía, la gente caminando como si nada hubiese pasado, para mí fue un golpe muy bajo. Sentí mucha tristeza y confusión. Todos los días salgo a la calle aunque tenga prohibido tocar el violín.
Todavía no he aceptado que se haya apagado la calle.
– ¿Qué piensas del enfriamiento de las protestas?
A los muchachos que siguen presos no les he podido decir que no hay nadie en la calle. No quisiera que cuando ellos salgan se encuentren con la realidad con la que me encontré porque duele mucho.
– ¿Algún dirigente opositor te ha preguntado cómo estás?
No, no he recibido llamadas. Me he querido reunir con algunos, pero al parecer están muy ocupados o no están aquí.