Cada vez más integrantes del Fondo Monetario Internacional reconocen que la corrupción es un problema macroeconómico de envergadura en varios países, declaró su directora Christine Lagarde, quien instó a cuantificar mejor al problema.
“Está claro que la corrupción sistemática compromete la capacidad de los Estados para generar crecimiento inclusivo y superar la pobreza”, dijo Lagarde en un discurso ante la Brookings Institution en Washington.
“Es una fuerza corrosiva que inviabiliza a las empresas y frena el potencial económico de un país”, agregó.
“El costo anual de los sobornos -apenas un aspecto de la corrupción- se estima entre 1,5 y 2,0 billones de dólares, aproximadamente el 2% del Producto Interior Bruto global”.
“Estos costos son apenas la punta del iceberg; los impactos a largo plazo son mucho más profundos”, agregó.
Para un mejor análisis y cuantificación de la corrupción “se requieren nuevas metodologías”, indicó Lagarde, aunque reconoció que “pueden pasar años antes de que las nuevas políticas sean eficaces”.
Asimismo, indicó que “algunos gobiernos ven a la corrupción como un problema político, no económico, por lo que son reacios a comprometerse con la causa”. No obstante, consideró que ese “no es motivo para dejar de presionar”.