Detrás de los más de 300 muertos y cientos de sobrevivientes del terremoto que estremeció a México hace una semana, hay conmovedoras historias que marcarán permanentemente al país y a su capital. Aquí se presentan algunas, todas de Ciudad de México:
ERICK GANOA – El amor de una hermana
“Te amo, aquí está toda tu familia. No nos vamos a mover hasta que te tengamos con nosotros”. Los gritos de Karina Ganoa a través de un megáfono hacia un montón de escombros y hierros retorcidos resonaron por todo México.
La joven quería creer que su hermano Erick, atrapado desde el día anterior entre los escombros de lo que había sido un edificio de oficinas en el barrio Colonia Roma, sería rescatado.
“Tu hija está bien (…) tu esposa está bien, tus papás están bien, tus hermanos… sabes que te amamos”, seguía Karina, en un desesperado mensaje que conmovió a los telespectadores de la cadena ForoTV.
El cuerpo de Erick Ganoa, de 35 años según los medios mexicanos, fue encontrado sin vida el jueves. Con los brazos en alto, los rescatistas hicieron un minuto de silencio en su honor.
GABRIEL MORALES y AGUEDA MENDOZA – Un último abrazo
“Los encontramos abrazados”, contó su sobrino, Juan Carlos Williams, el día del funeral de Gabriel Morales, de 55 años, y su esposa Agueda Mendoza, de 54.
Casados desde hace 23 años, tenían una hija de 18. Se conocieron cuando trabajaban en una empresa pública, él como ingeniero topográfico y ella como abogada. “Permanecieron juntos, unidos, y así es como los recordaremos”, dijo su sobrino.
MARÍA ORTIZ – La esperanza y después el duelo
Los hijos de María Ortiz vivieron tres días de angustia pero también de esperanza. Esta ama de casa de 57 años quedó atrapada entre los escombros de un elegante pero antiguo edificio en el exclusivo vecindario de Condesa. Durante largas horas, llegaron a creer que ella había sobrevivido.
“Ella intentó bajar, pero le faltaban unos pocos escalones cuando el edificio se vino abajo”, dijo Leobardo López Ortiz, de 36 años, durante el funeral de su madre el sábado.
Cuando supieron que el edificio había colapsado, sus hijos, sus tíos y primos fueron hasta el lugar en el este de la ciudad a tratar de salvarla, sacando escombros junto a los militares.
“Prácticamente le cayeron todos los escalones del cubo de escaleras”, contó su hijo mayor, Richard, de 38 años.
Su cuerpo sin vida fue finalmente encontrado el viernes. A pesar del dolor, Richard dijo estar tranquilo: “Con el peso de los escalones yo tengo la idea de que murió al momento del golpe”.
La escuela Enrique Rebsamen – La pesadilla de un padre
A mitad de la jornada, este colegió colapsó sobre los estudiantes y sus profesores, matando al menos a 19 niños y a 7 adultos.
Por mucho tiempo, la confusión reinó en el lugar, con padres desesperados por tener noticias de sus hijos. Entre ellos estaba Adriana Fargo, madre de una niña de siete años.
“No hay poder humano que pueda imaginar el dolor que estoy pasando”, dijo, en un albergue improvisado en la intemperie mientras esperaba noticias de su hija, en una silla, con los puños apretados y mirando el suelo.
Su esposo estaba trabajando junto a los rescatistas, que tenían mucho cuidado a medida que retiraban los escombros.
Como ninguna lista oficial de víctimas había sido publicada ni siquiera casi una semana después del terremoto, el lunes aún no se sabía si la niña fue encontrada, aunque su nombre no estaba en la lista de 750 heridos que se hizo el viernes.
LUCÍA ZAMORA – Una segunda oportunidad
La consultora de mercadeo Lucía Zamora estaba en el tercer piso en el número 286 de la avenida Álvaro Obregón, un edificio que se vino abajo con decenas de sus inquilinos adentro. Luego de 30 horas atrapada, la joven pudo salir de ese infierno.
“Podía oír gritos, aullidos, gente llorando. Creo que estaba parada, inclinada, cargada hacia la derecha, y a mi lado estaba Isaac (que también fue rescatado el miércoles) boca abajo, prácticamente no podía moverme”, dice, todavía sorprendida de estar viva.
Atrapados en un espacio mínimo, esperaron más de 24 horas antes de que llegara la primera esperanza, que vino en la voz de un hombre: “¿Están allí?”. Todavía tendrían que esperar otras cinco o seis horas para ser liberados.
“Nos hacían bromas, nos hacían prometerles que les invitaríamos una cena, me decían que ya habían visto una foto mía y que tenía una sonrisa muy linda”, prosigue entre risas.
Al salir “estaba lloviendo y la lluvia en la cara fue la sensación más maravillosa de la vida, de gratitud, y todos (los rescatistas) aplaudían (…) cada vida que salvan es una gran celebración, lo toman como un nacimiento”, agrega Lucía.
IGNACIO PÉREZ (*) – “Vi a mis vecinos ser aplastados”
“El temblor empezó muy duro y yo entré en estado automático, no me acuerdo mucho… solo sé que corrí como si no hubiera mañana porque no se sentía normal, se sentía como camarote de barco en tormenta de alta mar. Tronaba durísimo”, recuerda este doctor cuya oficina está ubicada a lado del 286 de la avenida Álvaro Obregón.
“Al salir me acordé de que mi esposa todavía estaba adentro”. Quiso entrar otra vez, “pero mi secretaria me lo impidió con todas sus fuerzas”, recuerda este doctor, quien dio su versión a condición de permanecer en el anonimato.
“Empezó a oler muchísimo a gas, pensamos que iba a explotar. Y yo viendo cómo se aplastaba la gente del edificio de al lado, más de 300 personas estaban ahí. Vi a los pocos que lograron sacar en ese momento, sacaron a un señor sin piernas, varios muertitos y mucha gente cubierta de polvo”, relata.
Cuando la nube de polvo se disipó, “me meto corriendo al edificio y me topo con mi esposa en las escaleras. Yo era un mar de lágrimas y ella súper fuerte me dijo: ‘te paras y te levantas y nos vamos”.