Un hacha, una cerveza y un blanco de madera: los “bares de hacha” se multiplican como hongos en Estados Unidos y sueñan con destronar a las tradicionales pistas de bowling.
Se escucha un ruido sordo y constante de las filosas hojas que se clavan en la madera, gritos de alegría y el tintinear de una campana cuando el hacha da en el centro del blanco. La atmósfera es cálida este viernes de noche en Stumpy’s Hatchet House, cerca de la costa noreste de Nueva Jersey.
Sus cuatro fundadores aseguran que el lugar, que abrió hace 18 meses, fue el primero de su tipo en Estados Unidos, aunque Canadá es considerado la cuna de este nuevo hobby. Ahora hay locales en Chicago, Washington, Nashville o Denver, entre otros.
Los propietarios de Stumpy’s ya hablan de abrir otro local en el norte de Nueva Jersey y han lanzado una franquicia con la meta de llegar a 15 de estos “bares de hacha” en un año.
“Son los nuevos bolos”, dice entusiasmada Kelly Josberger, una ex directora de escuela primaria de 51 años que decidió cambiar de carrera, al igual que sus tres socios. Ninguno había tenido antes su propio negocio.
“Es mejor”, agrega Joseph Cavanagh, de 27 años, quien vino a festejar su cumpleaños en Stumpy’s con amigos y colegas, porque “aunque seas nulo para esto, te diviertes de todos modos. En el bowling, si no eres bueno, no son tan simpáticos”.
Según la opinión general, se necesita una media hora para dominar la rotación del hacha y lograr clavarla en el blanco, que es cambiado varias veces por día.
“Es diferente, y uno está en actividad”, señala Jessica Hill, farmacéutica de 34 años y colega de Joseph. “Y además está más de moda que los bolos”. Con la decoración toda en madera, y sin televisión o luces de neón, el local es depurado y aspira a cierta sofisticación.
El público de Stumpy’s está compuesto esencialmente por jóvenes, hombres y mujeres casi en números iguales, pero los dueños dicen que hay personas de 50 o 60 años que también vienen a buscar adrenalina a cambio de 40 dólares cada uno por una sesión de dos horas.
Es este aspecto peligroso el que atrae a Tim Foley, de unos 40 años. “Es eso que lo que hace la cosa más interesante”, afirma.
Cerveza y hacha
Pero algunos se preocupan por la combinación de alcohol y un arma filosa.
Stumpy’s no posee un permiso para vender bebidas alcohólicas pero autoriza a los clientes a llevar sus propias botellas de cerveza o de vino.
La primera vez que escuchó hablar del concepto, Alyssa Tabernise recuerda haber pensado que no era demasiado seguro beber y lanzar. Y para cambiar esta percepción, los dueños de Stumpy’s otorgan a los clientes una formación de unos minutos, y las reglas son estrictas: prohibido para los menores de 21 años, solo puede haber una persona en el espacio delimitado para el lanzamiento, y no se puede pasar el hacha a nadie.
En Valhalla, el primer “bar de hachas” francés, que abrió sus puertas a comienzos de octubre cerca de Caen (norte), hay que soplar en un alcotest antes de lanzar.
En Stumpy’s, los empleados recorren sin cesar el local para verificar el respeto de las consignas en cada lugar de tiro, todos enrejados y dotados de una sola hacha que mide unos 35 cm y pesa un poco menos de 600 gramos.
Cuando detecta clientes con un aire preocupado en la recepción, la propietaria Kelly Josberger utiliza siempre la misma frase: “¿Yo le parezco una persona peligrosa?”. Stumpy’s no ha tenido ningún accidente en sus casi dos años de vida.