La crisis en Cataluña cobró un protagonista inesperado: el jefe de la policía regional catalana, acusado de sedición por la justicia española, mártir y héroe para los independentistas y traidor para los unionistas que le recriminan no cumplir su función.
Por segunda vez en diez días, Josep Lluís Trapero, jefe de los Mossos d’Esquadra, comparece este lunes ante una jueza de la Audiencia Nacional de Madrid para responder por un presunto delito de sedición, castigado con hasta 15 años de prisión para autoridades públicas.
Una visibilidad insospechada para este policía con 27 años de experiencia que, hace apenas unos meses, era un perfecto desconocido para gran parte de la sociedad catalana.
En verano de 2016 apareció en un vídeo en las redes sociales, con sombrero de paja y camisa de flores, cantando y tocando la guitarra en una reunión de amigos con el mismo presidente catalán, el independentista Carles Puigdemont.
En abril fue ascendido a mayor de los Mossos d’Esquadra, una especie de supercomisario, pero no fue hasta el mes de agosto, con el doble atentado yihadista en Barcelona y Cambrils, cuando saltó definitivamente a la popularidad.
Su cuerpo asumió la investigación de los ataques y en apenas cinco días encontraron y mataron al principal sospechoso. Con serenidad y tranquilidad, Trapero informó de los avances de la investigación, ofreciendo únicamente datos verificados para no causar alarmas falsas.
De repente, este hijo de taxista, crecido en la periferia obrera de Barcelona, se convirtió en un héroe para la población, que cubría de flores los vehículos de los Mossos d’Esquadra.
Incluso se vendieron camisetas con su cara y la frase “bueno, pues muy bien, pues adiós”, que le soltó a un periodista holandés que se marchó enfadado de una rueda de prensa al no entender las respuestas en catalán del agente.
– La Guardia Civil acusa –
Pero ahora, su función está bajo sospecha por la escasa predisposición mostrada por la policía regional catalana para cumplir con los mandatos judiciales que les obligaban a impedir el referéndum de autodeterminación del 1 de octubre, organizado en Cataluña por el gobierno catalán.
Trapero se negó a ponerse bajo coordinación de un alto cargo del gobierno español, faltó deliberadamente a reuniones con la fiscalía y ordenó a sus agentes no utilizar la violencia para cerrar colegios electorales el día del referéndum.
Finalmente fueron los policías nacionales y los guardias civiles, dependientes del gobierno español, quienes actuaron ese día, en algunos casos con violencia.
Según la Guardia Civil, los Mossos tuvieron aquel día actitudes “totalmente contrarias a las órdenes” recibidas, según un atestado del instituto armado, fechado el 5 de octubre y que habla de un “presunto incumplimiento” de aquéllas por parte de la polícia catalana.
Los Mossos por su lado defendieron su actuación, afirmando que impidieron la votación en 446 centros, y que no intervinieron en otros para evitar “un daño superior”.
Los informes de la Guardia Civil han llevado no obstante a una jueza de la Audiencia Nacional a investigar por presunta “sedición” a Trapero, en relación con los acontecimientos del 1 de octubre. Se expone por ello a una pena de prisión de hasta 15 años.
Según el instituto armado, la presunta inacción de los Mossos aquel día “respondió a un plan premeditado para evitar actuar y que no podía más que proceder de la cúpula policial de Mossos”, dirigida por Trapero.
Su actuación, añade la Gaurdia Civil, estaba además en “conexión directa con miembros del comité estratégico” organizador de la consulta, entre los que se encontrarían el presidente y el vicepresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras.
En cualquier caso, la división en torno a su figura se respira también en las calles de Cataluña.
“Esta es nuestra policía” cantan a los Mossos d’Esquadra los independentistas, mientras que los contrarios los abuchean y les dedican cánticos como “¿Dónde estabais el 1 de octubre?” o “Trapero traidor”.