Es curioso que una actividad tan simple y “aburrida” desde un punto de vista racional como explotar burbujas de un plástico de embalar pueda resultar en cambio extrañamente adictivo.
Hay algunas pistas que permiten hacerse una idea relativamente acertada acerca de por qué sucede, algunas de estas tienen que ver con actividades cotidianas.
Por ejemplo, el sonar de un timbre, antes de que se abra la puerta, este ciclo es tan corto de “acción-reacción”, que genera un torrente de satisfacción psicológica.
Esa satisfacción tiene varias causas a nivel cerebral, algunas de las cuales han sido estudiadas incluso dentro del ámbito educativo, como el principio de inmediatez.
El principio de inmediatez indica que la sensación de recompensa por parte del cerebro es mayor cuanto más inmediata es la respuesta.
Cuando explotamos una burbuja el tiempo de espera desde que realizamos la acción hasta que recibimos el estímulo prácticamente no existe, es inmediato.
Otro principio, llamado de satisfacción, implica que el cerebro siempre está buscando, o agradeciendo, todo tipo de estímulo satisfactorio.
Y por último, también influye la relación entre la acción y la recompensa.
La energía, tiempo e inversión que requiere hacer estallar una sola burbuja es mínima, poco esfuerzo, mucho resultado.
Con información de Gizmodo