La canadiense de origen japonés Setsuko Thurlow, sobreviviente del primer bombardeo atómico de la historia recibirá este domingo en Oslo el premio Nobel de la Paz en nombre de la Campaña Internacional por la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), organización premiada este año de la cual es embajadora.
Thurlow tenía sólo 13 años cuando la primera bomba atómica fue usada para destruir su ciudad el 6 de agosto de 1945. Tres días después ocurriría lo mismo en Nagasaki, causando la capitulación de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Vivía en ese entonces en un edificio situado a 1,8 km del epicentro de la explosión, Thurlow perdió a varios familiares.
“La primera cosa que viene a mi mente es una imagen de mi sobrino de cuatro años, Eiji, transformado en un niño carbonizado (…)”, recordó en una entrevista con el Huffington Post por el 70º aniversario de los bombardeos.
“Recuerdo un haz de luz azulado. Mi cuerpo voló por los aires, me acuerdo de esa sensación de flotar”, dijo durante una entrevista.
Dotada de una fuerza destructora equivalente a 16 kilotoneladas de dinamita, la bomba estalló a 500 metros del suelo, que ardió a 4 mil grados, y destruyó todo a su alrededor.
“Milagrosamente, yo fui rescatada de entre los escombros” por un desconocido, dijo. “La ciudad que vi era indescriptible. Era una ciudad muerta”.
Se estima que unas 140 mil personas murieron como resultado del impacto de la bomba y posteriormente por efecto de las radiaciones.
Su traumática experiencia terminó marcando el rumbo que tomaría su vida: servir a la gente.
Después de la Segunda Guerra, estudió trabajo social en la universidad de Jogakuin de Hiroshima, antes de mudarse a Estados Unidos, donde se casó con un canadiense en 1950.
Cinco años después, la pareja se mudó a Canadá, en una época en la que la mayoría de migrantes asiáticos eran rechazados.
En 1957, regresó con su esposo a Japón, donde tuvieron dos hijos y ejerció durante un tiempo como profesora. En 1962, volvieron a Canadá.
En Toronto, Thurlow fue maestra de escuela y trabajaba en una clínica.
Un mundo más peligroso
Más tarde abandonó la enseñanza para centrarse en la creación de una organización para ayudar a instalarse en la ciudad a migrantes japoneses que no hablaban inglés.
A mediados de los setenta se empeñó en rescatar la historia y comenzó a visitar escuelas. Así se convirtió en conferencista y luego recorrió el mundo para promover el desarme.
A sus 85 años continúa su trabajo a través de su ONG Hibakusha Stories, que busca recordar el legado de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
En 2007 Setsuko recibió la Orden de Canadá, la mayor de ese país.
Desde entonces juega un importante papel en las negociaciones que se desarrollan en la ONU para adoptar un tratado que plantee por primera vez la prohibición del arma atómica.
“Siempre evoco estos recuerdos dolorosos, para que la gente que no vivió una tal devastación pueda comprender (…), y que, juntos, podamos impedir que esto se reproduzca”, explica.
“El mundo de hoy es mucho más peligroso”, denuncia Thurlow aludiendo a las tensiones suscitadas por el programa nuclear de Corea del Norte.