A medida que se acercan las elecciones catalanas del 21 de diciembre, las acusaciones de “franquismo” se han multiplicado en una España que no termina de hacer un examen crítico y desapasionado de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975).
“Sois unos franquistas y tenéis miedo de la democracia”, dijo dirigéndose al gobierno español de Mariano Rajoy uno de los consejeros regionales del ejecutivo catalán cesado, Toni Comín, durante un mitin en Bruselas. Allí se encuentra autoexiliado junto con el presidente catalán destituido, el separatista Carles Puigdemont.
Pocas horas después de la declaración unilateral de independencia de Cataluña, el 27 de octubre, Madrid cesó al ejecutivo regional secesionista y disolvió el Parlamento catalán.
Los ex dirigentes separatistas esperan ahora reconquistar el poder en las elecciones catalanas del 21 de diciembre, convocadas por Rajoy.
Los 14 miembros del ejecutivo de Puigdemont están acusados de rebelión, sedición y malversación, y dos de ellos todavía en prisión, después de que otros seis pasaran un mes entre rejas.
Madrid teme que la crisis catalana dañe la economía.
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Dicen ser “demócratas” y “víctimas” de un régimen político que según ellos nunca dejó de ser franquista, una afirmación que suscita no poca perplejidad después de 40 años de democracia.
“La idea de que en España vivimos en el franquismo es completamente absurda”, dice el historiador Julián Casanova, especialista de ese período. “Los vicios de la democracia actual son nuestros”, añade.
En su último libro, “¿Qué está pasando en Cataluña?”, el escritor barcelonés Eduardo Mendoza denuncia la instrumentalización del franquismo en España y “especialmente en Cataluña, [donde] la figura de Franco y su dictadura se sacan en procesión para justificar actuaciones o invalidar las del contrario”.
A la muerte de Franco en 1975, y para “no reabrir las heridas del pasado”, la clase política española de la época hizo la transición a la democracia sin pedir cuentas a los supervivientes del régimen. Algunos de ellos fundaron Alianza Popular, luego rebautizado Partido Popular, la formación del presidente del gobierno Mariano Rajoy.
Criticada durante la crisis catalana, la justicia española se defiende.
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– “Un olvido inmoral” –
A cada ocasión, Puigdemont promete a los catalanes un futuro país sin “los vicios heredados” del franquismo. En septiembre llegó a presentar a Rajoy como el “guardián” de la tumba del dictador.
Hacía así referencia al hecho de que Rajoy ignoró una petición formulada en abril por una mayoría de diputados españoles para que Franco fuera exhumado del gigantesco mausoleo del Valle de los Caídos que mandó construir.
Según el historiador Casanova, “la democracia española no es peor que otras”, aunque “en el tema de la mirada al pasado ha tenido siempre muchísimos problemas (…) y la memoria de las víctimas (de la dictadura) ha sido pisoteada muchísimas veces”.
En abril, en los funerales de uno de los últimos ministros de Franco, José Utrera Molina, varios participantes hicieron el saludo fascista en público. Su yerno Alberto Ruiz Gallardón, ex alcalde de Madrid y ex ministro de Justicia de Rajoy, era uno de los que llevaban el féretro.
La crisis catalana pone a prueba al gobierno de Bélgica.
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En España sigue existiendo además la Fundación Nacional Francisco Franco, que defiende la figura del dictador. Unos 230.000 españoles firmaron una petición entregada en el Parlamento en noviembre, pidiendo que se le prive del estatus de fundación, que permite que sus donantes desgraven impuestos.
“En Alemania o Italia sería inimaginable una ‘Fundación Hitler’ o una ‘Fundación Mussolini'”, destaca la petición.
El propio Rajoy presumió también en 2015 de no haberse gastado un solo euro en la aplicación de la llamada Ley de Memoria Histórica, votada bajo el anterior gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011).
La ley habilita a los poderes públicos para que ayuden a las familias de desaparecidos bajo el franquismo a abrir las fosas comunes en las que todavía yacen decenas de miles de ejecutados por la dictadura.
El filósofo Manuel Reyes Mate sostiene que “de un lado hay restos sociológicos del franquismo” y del otro “un olvido inmoral del pasado”. Pero también “no se quiso entender que la democracia española (…) se había construido sobre una injusticia como supuso la dictadura derrotando a la República”.
En cuanto a los secesionistas catalanes, añade Reyes Mate, “utilizan retóricamente la idea de que el Estado español es franquista, y lo que proponen es una identidad, un nuevo Estado, en contra de la mitad de los catalanes” que no quieren la independencia.
Con información de la agencia: AFP
España preocupada por mensajes en redes sociales desde Rusia sobre crisis catalana.
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