Tras haber sido golpeados, mutilados o hasta torturados por sus amos en España, Mimo, Renata y una treintena de otros galgos llegaron a Francia para ser adoptados o acogidos temporalmente en una familia.
Estos perros partieron de Sevilla para iniciar una nueva vida gracias a la asociación Lebreros sin Fronteras, dirigida por Odile Brochot.
En un hangar glacial, los voluntarios de la asociación situada en Villette-sur-Aube, al este de París, hacen entrar en calor a los perros atemorizados, cubriéndolos con una manta, y los reconfortan con comida y caricias.
España es uno de los pocos países de la Unión Europea que autoriza la caza con estos lebreros, llamados galgos o podencos, que corren a casi 90 km/h para atrapar, matar y traer la liebre. En Francia, esta práctica está prohibida desde 1844.
Al final de la temporada de caza, abierta de noviembre a febrero, algunos propietarios se desembarazan de sus animales.
“En el mejor de los casos, los abandonan; en el peor, los perros sufren una muerte lenta y espantosa”, se indigna Brochot. “Los cuelgan de los árboles, les rompen las piernas” para que no regresen, “los atan en la parte trasera de los autos…”
Con frecuencia se organizan manifestaciones en España y Europa para denunciar el martirio de estos perros. Los que son abandonados son llevados a las perreras municipales. Muchos son eutanasiados al cabo de unos días.
Antes de su llegada a Francia, los galgos fueron curados y hasta operados en la Fundación Benjamin Mehnert, creada en 2010 en la provincia de Sevilla y dotada de una clínica y de una capacidad de acogida para 450 perros.
Del grupo, solo una decena serán adoptados: son los que llevan un collar rojo. El resto permanecerán en una familia que les acogerá hasta que alguien decida adoptarlos definitivamente.
– Amadora, la “reclusa” –
Maryline Bourcet, veterinaria, controla el estado de salud de los animales. Muchos tienen estigmas de fracturas y de heridas.
“Verifico su pasaporte europeo, las vacunas obligatorias, como la rabia. Todos son examinados para descartar enfermedades parasitarias. Si dan positivo, se someten a un tratamiento”, explica.
“El galgo es sensible, resistente, entrañable, es un buen perro de familia”, comenta la veterinaria.
Sophie Van Wijk sujeta con la correa a Amadora, una galga negra y blanca con un pasado doloroso. Viene a buscarla.
“Amadora tenía la pata derecha posterior rota. Se ha curado. Lo que me pudo fue su mirada”, explica, entre lágrimas.
Amadora es una “reclusa”, explica Valérie Poge, delegada de la asociación. Es decir, un perro que pasó más de un año en un refugio en España. Algunos se quedan varios años.
Renata lleva la pata vendada. Fue operada en Sevilla por una fractura.
Brigitte Gervais decidió adoptar a Mimo para “darle una nueva oportunidad”, explica esta mujer.
Para hallar un hogar para estos animales rescatados del infierno, Brochot cuenta con 43 delegados en Francia, Bélgica y Suiza.
En diez años, encontró familias para más de 1.200 galgos por la suma de 277 euros por cada uno.
La situación de los galgos es un combate “urgente” afirma Brigitte Bardot, presidenta de la fundación de defensa de los animales que lleva su nombre.
Un combate que sigue siendo no obstante “despreciado por los poderes públicos, el gobierno y el rey de España”, afirma Bardot a la AFP. La actriz ya tiene 11 perros. Pero “a la que pueda, tomaré una galga puesto que me gustan”, aseguró.