Los XI Juegos Deportivos Centroamericanos Managua 2017 dejaron un legado este año que podría cambiar la forma en que se celebran estos eventos en la región, como es la coordinación en distintos niveles, tanto local como internacional.
Esa coordinación, si bien no estuvo libre de errores, permitió que el país se ahorrara millones de dólares en gastos de logística e infraestructura, y garantizó que los considerados “juegos más grandes de la historia” por cantidad de participantes y de disciplinas presentes, se desarrollaran con la máxima comodidad para los 5.000 delegados de los 7 países de la región, entre ellos cerca de 3.500 atletas.
Un aspecto al que los entrenadores y atletas pusieron en alta consideración fue que todos estuvieron hospedados en cómodos hoteles.
En los grandes eventos deportivos los atletas suelen ser alojados en “villas olímpicas”, que son una suerte de centros de albergue y, como tales, no brindan la placidez de un hotel.
Atletas de diferentes nacionalidades expresaron públicamente su satisfacción por la comodidad, la alimentación y las atenciones a sus necesidades, ya que esto les permitió estar más descansados a la hora de competir.
Eso en parte fue lo que motivó al medallista de oro olímpico Irving Saladino, jefe de la delegación de Panamá, que “sin lugar a dudas Managua 2017 es una de las mejores ediciones en la historia de los Juegos Deportivos Centroamericanos”.
Este sistema le permitió a Managua ahorrarse el gasto de la construcción de una villa olímpica en el centro de la ciudad, que además hubiera obstaculizado el tráfico durante 2 semanas, según había advertido el presidente del Comité Olímpico Nicaragüense (CON), Emmett Lang.
Para garantizar que las competencias iniciaron a tiempo, la Policía Nacional custodió y despejó con sus sirenas las vías para cada una de las 1.613 unidades de transporte en que se trasladaron los competidores, una experiencia que pocos de ellos habían vivido, según comentaban junto a los escenarios.
Este novedoso sistema de organización sí tuvo su costo, como fue una menor interacción entre atletas de distintos países, algo esencial en eventos deportivos internacionales.
No obstante los atletas fueron compensados con el hecho de competir en escenarios de un nivel excepcional, en especial el Polideportivo Alexis Argüello, las Piscinas Olímpicas Michelle Richardson, las Isletas de Granada, las playas de Rivas (suroeste) -apetecidas por surfistas de todo el mundo-, y la joya de la corona de los Juegos: El Estadio Nacional Dennis Martínez, de los mejores de Latinoamérica para jugar béisbol, según los entendidos.
A pesar de la alta sincronía, el total de las credenciales no fue entregado hasta una semana después, lo que afectó a varias delegaciones cuyos calendarios terminaron pronto, así como la cobertura periodística, e incluso una atleta local, ganadora de dos medallas de oro, fue impedida de ingresar a un escenario.
Entre los principales problemas de la organización destacó el de los horarios de competencias, algunos de los cuales solamente fueron conocidos con apenas horas de anticipación, con diferentes consecuencias, entre ellas la que hizo colapsar las calles de Managua durante una competencia de ciclismo.
El trago amargo de los XI Juegos fue la declaración del sambo como un deporte oficial para beneficiar a Nicaragua, y su eliminación del medallero 24 horas después, lo que dejó como lección para futuras organizaciones no realizar cambios de última hora que arriesguen su prestigio.
Por su parte, la Organización Regional Antidopaje de América Central (ORAD-CAM), destacó que el “programa antidopaje de Mangua 2017 ha sido el más completo y planificado de los desarrollados hasta la fecha en unos Juegos Centroamericanos, y servirá como referencia para futuros Juegos”, en voz de su presidente, el panameño Saúl Saucedo.
Según la ORAD-CAM, 4 de cada 10 atletas que ganaron medalla en los XI Juegos Centroamericanos fueron sometidos a controles antidopaje, con especial énfasis en el atletismo, fisicoculturismo, natación y levantamiento de pesas, lo que Saucedo calificó como “uno de los legados más importantes de Managua 2017”.
Para un país con una industria turística emergente el evento también demostró que puede ser rentable, ya que ingresó cerca de 180 millones de dólares como producto de los Juegos, un 17,6 % más de lo esperado, según cálculos preliminares de la Cámara de Comercio y Servicios de Nicaragua (CCSN).
Luego de fracasar en tres intentos por organizar los Juegos Centroamericanos en las últimas cuatro décadas, Nicaragua lo hizo aparentemente con buenas notas, por lo que no solamente fue el evento deportivo más grande del año en el país, sino probablemente de su historia, con el agregado de haber dejado un legado para la región.