Hace 103 años se confabuló una de las historias más lindas de navidad, digna de imitar. Iniciaba la segunda década de una época que festejaba el progreso en las ciencias, las artes y las letras, pero lo hacía fermentando odios añejos, ambiciones expansionistas y divisiones entre todos los hombres.
La primera guerra mundial se fraguaba arrebatándole la vida a miles de hombres en el campo de batalla y a sus familias a kilómetros de distancia, apagando la ilusión de ver crecer a los chicos que partían con la frente en alto y el uniforme militar puesto. Había pasado casi un año y medio desde que el viejo continente estaba inmerso en la mayor de las guerras conocidas hasta entonces, una guerra que había roto con todo lo establecido y dado un paso más en lo que a crueldad, muerte y destrucción respecta.
En aquellas trincheras en las que soldados hacinados apenas tenían una esperanza de vida de seis meses, los hombres tenían que convivir con el hambre, las enfermedades y los constantes ataques del enemigo.
El día 24 de Diciembre de 1914 transcurrió con una inédita calma en el frente occidental, la artillería no sonaba y no se produjo ninguna ofensiva importante. Por la noche las trincheras alemanas se iluminaron con todos los adornos navideños llegados al frente por orden del Kaiser. Tras las luces llegaron los villancicos, entre los cuales uno destacaba sobre el resto, “Noche de paz”, y es que los alemanes se habían contagiado del espíritu navideño y comprendieron que aquellas fechas tan señaladas no eran momento para la guerra.
Los ingleses y franceses atónitos ante lo que estaban viendo y escuchando respondieron uniéndose a los cánticos en su propio idioma, dando forma a la noche más bonita, emocionante y especial de la Primera Guerra Mundial. Incluso se pedían villancicos de una trinchera a otra. Una historia de luz en medio de la obscuridad.
Un claro ejemplo que somos hermanos no importando las circunstancias y bajo cualquier aspereza tenemos la capacidad de perdonar, de tomar la mano del prójimo y desear feliz navidad. Somos capaces de olvidar los infortunios y esos malos entendidos que alejan a nuestros seres queridos. Una historia que nos invita a reflexionar sobre la importancia de amar a nuestros contemporáneos, de querer a nuestros similares y sobre todo respetar.
Aprovechemos estas fiestas para acercarnos, para ser la luz que ilumina la navidad. Que cada uno de nosotros sea la estrellita que ilumina las fiestas y con actitud positiva, un corazón bondadoso y sin rencores nos convirtamos en la fuerza que mueve el verdadero sentido de estas pascuas.
Dios los bendiga y que este 2017 este lleno de buena actitud. Que aprendamos a disfrutar de los pequeños detalles y brindemos nuestro tiempo a quienes verdaderamente lo merecen. Que nuestro corazón de piedra se vuelva noble producto de los actos bondadosos voluntarios que son obligatorios para cada ser humano ejemplar como usted y como yo.
Hagamos caso omiso a las rivalidades y enterremos la hipocresía.
Se les aprecia, Juan Pablo Mata