¿Crees que un objeto pueda atraer malas vibras?
Muñecos que se mueven solos, sillas que causan la muerte, pinturas que provocan incendios… la lista de objetos condenados es tan extensa como sugerente y muchos están al alcance de aquel dispuesto a desafiar su terrible poder. Javier Arriés nos ofrece una sensacional selección de los mismos.
Desde el punto de vista del pensamiento mágico, además del mundo físico y material existe otra realidad invisible. Entre el mundo físico y el del espíritu puro donde reside la divinidad, el hombre imagina un mundo intermedio, invisible, una especie de océano psíquico, el alma universal en la que están sumergidas a su vez las almas de objetos y seres vivos. La sustancia de ese mundo invisible recibe diferentes nombres.
Es el mana polinesio, el chi o ki en Extremo Oriente, el prana hindú, o el heka del antiguo Egipto. Es una fuerza vital que, para los que creen en ella, es susceptible de ser acumulada y manipulada por sacerdotes, magos, brujos y hechiceros…
En el caso de la maldición, ese poder se emplea para que resulte perjudicial, y puede residir y almacenarse en objetos, objetos malditos que traen desgracia y todo tipo de infortunios a aquellos que se ponen en contacto con ellos. Es la base del maleficio, del latín maleficium, “hacer mal”, que no es sino un tipo de maldición ilícita, realizada con fines egoístas o malignos. Muñecos, títeres, guiñoles… una relación ambigua y confusa se establece entre nosotros y esos juguetes; compañeros de juegos, confidentes de porcelana y trapo tan parecidos a nosotros que se transforman con extrema facilidad en seres potencialmente malvados animados con vida propia.
Parecen quietos y sin vida, y sin embargo, cuando nuestro miedo aflora nos asalta la duda. ¿Y si no son nuestros amigos, y si nos observan esperando su momento para convertirse en marionetas del mal, en juguetes del mismísimo diablo?
A menudo las muñecas son algo más que juguetes. En algunas ocasiones, la muñeca actúa como recipiente, como receptáculo de espíritus malignos. Veamos algunos casos…
Viajamos a la ciudad de Singapur, en Malasia. Y vamos hasta allí a raíz de una noticia sorprendente publicada por el Daily Mail el 13 de junio de 2014. El titular no tenía desperdicio: “Muñeca ‘poseída’ aterroriza Singapur tras haber sido hallada al lado de la carretera”. Efectivamente, en una calle muy concurrida de la ciudad y apoyada sobre un árbol, algunos transeúntes encontraron a una muñeca que les dejó intrigados. Era una muñeca antigua, vestida con un vistoso y colorido traje de seda y encaje. (…) Un detalle importante hacía sospechar que la habían abandonado allí adrede durante la noche. La muñeca tenía los ojos vendados con un pañuelo delicado sobre el que había escrita una palabra en árabe: Bismillah –“En el nombre de Alá”–. Conocida también como la Basmala, es una fórmula ritual con la que comienzan 113 de las 114 asuras, o capítulos del Corán.
Es una forma abreviada de “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”. A menudo se encuentra en todo el mundo islámico dibujada de forma ornamental, con exquisita caligrafía, en objetos que se cuelgan en las casas, los comercios, los vehículos… Tiene por lo tanto también una indudable función protectora. Uno de esos transeúntes tomó varias fotos y las subió a Internet, concretamente Twitter, donde rápidamente se expandieron por todo el planeta. Según decía, la expresión podría estar allí como una forma de contener a un espíritu diabólico que habitaba en la muñeca, e impedir que saliera en pos de la persona que la abandonó. Al parecer, algunos de los viandantes la reconocieron como propiedad de un vecino, probablemente malayo, porque es la etnia que practica el Islam en Singapur.
Comentaron que la muñeca estaba poseída realmente por algún espíritu impuro; que cuando su propietario no estaba, se movía sola por la casa. Afirmaron también que en dicha casa ocurrían todo tipo de fenómenos extraños y que se oían ruidos anómalos. La muñeca se dejaba en una determinada postura y al rato su cabeza estaba girada mirando en otra dirección. Se la había oído hablar cuando no había nadie más en la casa. Según les contó el propietario, hablaba en malayo y con voz de mujer adulta. Al final, su dueño decidió llevarla lejos de su hogar, le vendó los ojos para que no supiera regresar y la puso en la calle con la esperanza de que el espíritu no volviera a él jamás.
Cuando la encontraron, alguien le quitó la venda y ahora todos sospechan que esa persona es la que de forma inadvertida se ha llevado consigo la maldición y al espíritu perturbador que habitaba en la muñeca, la cual, por cierto, ha desaparecido. Para añadir más leña al fuego, el mismo día que la encontraron un joven se suicidó en los bloques de apartamentos que hay al otro lado de la calle y se registró un caso de asesinato. A día de hoy, no se sabe nada de la muñeca.