Nos guste o no, pertenecemos al siglo pasado. Y no es que vivamos atrapados en el tiempo pero ciertas situaciones nos hacen retroceder, como por ejemplo un problema de amigdalitis, uno siempre se acuerda de las sopitas de mamá.
Si algo tenía, y tienen, las sopas de una madre son las propiedades curativas. Llegabas a casa y decías: Mamá estoy destemplado….a lo que contestaba: Ahora te preparo una sopa y te quito yo ese mal cuerpo…
Mamá me duele la garganta… y ellas cariñosamente respondían: Ya te pongo una sopa y verás cómo se te calma….
Mamá estoy malito del estómago…Ya te hago yo un caldo de arroz que lo corta de raíz….Mamá me ha dejado la novia…Ya te hago yo una sopa y te quito ese mal de amores, que con quién vas a estar tu mejor que con tu madre…
Y por más que uno intenta averiguar cuál es el secreto de la pocima que todo lo cura, nunca hay una explicación fehaciente.
Claro, que habían otros tips para los distintos males que nos aquejaban en la niñez. Con derechos reservados de mamá.
Para los chichones la ficha en la frente.
Para el mal de pecho la untada de vicks.
Para la hemorragia nasal el algodón con alcohol.
Para el mal de estómago el aceite de oliva con dos pedacitos de sal y limón.
El hilo rojo en la frente para el mal de amores o aquellos sin ninguna explicación.
Para el dolor de cabeza la plancha encima o bien, el momento tenebroso de oler una cebolla.
Para crecer sano y fuerte el aceite de bacalao.
Y de esta manera y gracias a la misericordia de nuestro creador, logramos crecer en este mundo y convertirnos en los hombres y mujeres de bien que somos hoy en día.
¿ Que otro podemos agregar ?
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