En la década de 1990, arqueólogos en Ciudad de México desenterraron un esqueleto de 500 años de antigüedad cerca de un antiguo templo azteca.
Se trataba del cuerpo decapitado de una víctima de sacrificios humanos, aunque esto parecía espeluznante, lo más escalofriante era lo que sostenía en la mano: un pequeño silbato con forma de calavera.
Cuando uno de los investigadores sopló aquel instrumento, el sonido que surgió les heló la sangre en las venas.
El terrible y agudo sonido del silbido es quizás más comparable al grito de agonía que podría emitir una persona salvajemente torturada.
La estructura interna del silbato de la muerte genera diferentes corrientes de aire que luego chocan diametralmente entre sí.
Mediante esa técnica, los aztecas lograron producir un sonido muy estridente y ruidoso, explicó el arqueólogo especializado en música Arnd Adje Both.
Con información de Gizmodo