Después de más de setenta años de especulaciones de todo tipo, desde fenómenos paranormales, magnetismo e intervenciones alienígenas a las más diversas teorías geológicas, investigadores estadounidenses creen haber resuelto, por fin, el misterio de estas piedras que dejan un rastro de movimiento en California, Estados Unidos. ¿Cómo es posible?
A pesar de toda la atención que han atraído estas piedras, nadie había visto realmente cómo se mueven las rocas. Pero Richard Norris, oceanógrafo del Scripps Institution of Oceanography en La Jolla (California) y su primo James Norris, ingeniero, se convirtieron en los primeros testigos.
Según explican en un estudio publicado en la revista PLoS ONE, el proceso ocurre de la siguiente forma: la lluvia deja una capa de agua sobre la superficie seca, creando un finísimo lago superficial. Cuando cae la noche, bajan las temperatura y el agua se congela, de manera que se forma una capa de hielo tan delgada como un cristal, de entre 3 y 6 milímetros, en la que las rocas quedan atrapadas.
Pero bien entrada la mañana, el hielo comienza a derretirse y se quiebra. Solo hace falta un viento suave para mover las placas heladas, que se desplazan a bajas velocidades de entre 2 y 5 metros por minuto creando el misterioso rastro.
Increíble, ¿no?