EEUU y China juegan una partida de póker comercial de alto riesgo
Negociadores estadounidenses y chinos se reunieron en Washington para tratar de trazar las líneas generales de un acuerdo comercial, un mes después de la expiración de la tregua en el enfrentamiento entre las dos principales economías del mundo.
Señal de conversaciones al más alto nivel, el viceprimer ministro chino Liu He, negociador comercial en jefe de Pekín, viajará a Estados Unidos con un séquito de unas treinta personas. Su interlocutor será el representante de Comercio, Robert Lighthizer, quien dirige las negociaciones por la parte estadounidense.
El presidente Donald Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, acordaron a principios de diciembre una tregua temporal. Concretamente, el mandatario estadounidense acordó suspender hasta el 1 de marzo el incremento de 10% a 25% de aranceles sobre 200.000 millones de dólares de importaciones chinas anuales en Estados Unidos, en un intento por resolver las disputas comerciales que desde hace un año contaminan las relaciones entre los dos países, muy interdependientes.
La hoja de ruta de la administración Trump es conocida: que China acepte reformas estructurales, es decir, que cambie prácticas comerciales consideradas injustas como la transferencia “forzada” de tecnologías y el “robo” de propiedad intelectual.
Para Washington, Pekín también debe reducir el colosal déficit comercial de Estados Unidos (más de 375.000 millones de dólares en bienes en 2017), abriendo más su mercado a los productos estadounidenses y poniendo fin a los subsidios de sus compañías.
– “Hecho en China 2025” –
Las medidas proteccionistas de Estados Unidos están afectando a la economía china, lo que ha impulsado a Trump a decir que su país se encuentra en una posición fuerte en estas negociaciones porque “China realmente quiere un acuerdo”.
Sin embargo, su ministro de Comercio, Wilbur Ross, también involucrado en las conversaciones, recientemente dejó de lado el optimismo del presidente, estimando que ambas partes estaban “a kilómetros de encontrar una solución” a pesar del importante trabajo preliminar ya hecho.
Si bien los mercados financieros son particularmente sensibles a cualquier declaración sobre comercio, Ross pidió cautela sobre el resultado de estas nuevas negociaciones, que pueden no ser “la solución a todos los problemas entre Estados Unidos y China”.
“Las negociaciones de la próxima semana serán fundamentales para determinar si los chinos están dispuestos a hablar sobre problemas estructurales”, el corazón de la disputa, observó Edward Alden, experto en comercio internacional en el Consejo de Relaciones Exteriores estadounidense (Council on Foreign Relations).
A principios de enero, durante una sesión de conversaciones en Pekín, la parte china estaba abierta al problema de reducir el déficit comercial de Estados Unidos. Sin embargo, no se observó ningún progreso en los compromisos para cambiar las prácticas comerciales.
“Será muy difícil llegar a un acuerdo si los chinos no abordan los problemas estructurales” que ahora son el objetivo de la administración Trump, dijo Alden.
Las autoridades chinas podrían ser inflexibles en ciertos puntos, como los subsidios a sus empresas públicas, núcleo duro de la visión económica de Xi Jinping.
Cualquier requerimiento estadounidense que pueda ser percibido como un obstáculo para el plan “Made in China 2025” (“Hecho en China 2025”) sin duda será rechazado, señaló Alden.
Lanzado en 2015, este plan tiene el objetivo de convertir al país en un líder tecnológico global, ya sea en robótica, telecomunicaciones o vehículos de energías renovables.
“Made in China 2025 es una estrategia necesaria para que China logre un desarrollo sostenible”, dice Betty Wang, economista del grupo bancario ANZ, enfatizando que todos están de acuerdo en que el crecimiento chino ya no puede basarse únicamente en inversiones y fabricación de productos baratos.
“La transformación de China en una industria altamente calificada y servicios de valor agregado es esencial para su crecimiento interno”, agregó.
Sin embargo, los negociadores chinos podrían confiar en la buena voluntad de su gobierno: a fines de diciembre, los medios estatales informaron que el parlamento chino estaba considerando una nueva ley sobre la inversión extranjera que evitaría la transferencia forzosa de tecnología. Algo para apaciguar la ira estadounidense.