“Infierno de alta tecnología”, “Alcatraz rocoso”, “SuperMax”: son algunos de los sobrenombres de la cárcel a la que podría ser enviado el narcotraficante Joaquín “el Chapo” Guzmán, que es considerada una de las más seguras y crueles de Estados Unidos.
El Chapo fue declarado culpable por un jurado de Nueva York de delitos de narcotráfico, posesión de armas y lavado de dinero y en junio debe ser sentenciado a una cadena perpetua no negociable y enviado a la prisión de máxima seguridad (ADX) en Florence, Colorado (oeste).
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Construida en 1994 en el corazón de un desierto montañoso, de esta instalación rodeada de torres de vigilancia y hombres fuertemente armados es prácticamente imposible escapar, incluso para Guzmán, que se fugó de prisiones de máxima seguridad en México en dos oportunidades.
De Florence nadie ha escapado.
Los prisioneros más peligrosos están confinados 22 horas y media al día en una celda de hormigón y acero de 2.1 por 3.6 metros, de la que solo pueden salir con grilletes en pies y manos.
Robert Hood, un exguardia en Florence, dijo que esta prisión no era más que “una versión del infiernomás limpio”, “mucho peor que la muerte”.
El Chapo se unirá allí a otros narcotraficantes condenados, pero también a condenados por terrorismo como Ramzi Youssef, autor intelectual de los primeros ataques al World Trade Center en 1993; Zacarias Moussaoui, el francés condenado en relación con los ataques del 11 de septiembre del 2011; o Djokhar Tsarnaev, condenado a muerte por los ataques de Boston en 2013.
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El Centro de Información sobre Correccionales de Washington DC (DCICC), organización autorizada por el Congreso de Estados Unidos, indicó que la inmensa mayoría de los reclusos (92 por ciento de 427 prisioneros al momento de la visita en abril 2017) fueron transferidos de otras cárceles federales por “problemas disciplinarios”. Muchos sufren también desórdenes mentales.
Los prisioneros están encerrados en solitario en la celda de 8 m2, con una cama, un escritorio y un banco de concreto. Una ducha, inodoro y lavamanos de acero inoxidable y la luz del día pasa por un agujero profundo de 10 cm de ancho a 120 cm de altura, que impide ver hacia el exterior.
Las celdas tienen una puerta de acero sellada, por lo que los reclusos no pueden hablar entre ellos. El único contacto humano viene con las pocas palabras que intercambian con los guardias, cuando traen y se llevan la comida.
Las visitas están permitidas, pero tienen que ser aprobadas por la cárcel. Según los abogados del Chapo, su esposa Emma Coronel no será autorizada a verlo.
El único momento para ver la luz del sol es en los minutos de “recreación”. Tres o cinco guardias llevan al recluso en cadenas a una especie de jaula, no mucho más grande que la celda, donde finalmente puede ver el cielo y hablar, si coinciden, con otros presos en jaulas vecinas.
Esas “salidas”, que sirven para también requisar el calabozo, se limitan a 10 horas semanales, según un informe de Amnistía Internacional de 2014, que denunció el centro de detención “no cumple con los criterios internacionales para el trato humano de prisioneros”.
La distracción se limita a un poco de deporte, alternado con la recreación en la jaula, dibujos, libros y ver Netflix, DVD u otros programas en una televisión dentro la celda.
Uno de los abogados del Chapo dijo a la AFP que las condiciones esta cárcel eran mejores a las que su cliente ha tenido en la de Manhattan donde ha estado recluido por dos años.
Indicó que en principio estaría, como los reclusos más peligrosos, en el casi total aislamiento de casi 23 horas al día, pero sus condiciones pueden mejorar gradualmente con buena conducta.