Sin el acecho del grupo Estado Islámico, los pueblos siríacos y caldeos de Irak, unas de las más antiguas comunidades cristianas del Medio Oriente, tienen finalmente la oportunidad de regresar a sus hogares ancestrales. Pero necesitan apoyo internacional y temen que resurjan las hostilidades.
En entrevista con AFP, Bashar Warda, el arzobispo caldeo de Arbil, dijo que espera que el gobierno del presidente Donald Trump redireccione la ayuda estadounidense a su comunidad.
El vicepresidente estadounidense Mike Pence y la embajadora ante la ONU, Nikki Haley, han sugerido desviar fondos de agencias de ayuda de Naciones Unidas a organizaciones cristianas de caridad.
Pero con casi 20.000 familias cristianas iraquíes -unas 100.000 personas- forzadas a huir de sus hogares, el obispo pide medidas urgentes.
“Esta es una causa justa”, dijo a AFP sobre su pueblo. “Son perseguidos, son marginalizados y están necesitados”.
El grupo Estado Islámico, la última encarnación del extremismo violento de los musulmanes suníes, desató lo que según Estados Unidos fue una campaña genocida contra las minorías cristiana, chiita y yazidí.
Batalla final en el desierto para erradicar al Estado Islámico de Irak.
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Para Warda y sus aliados en los movimientos de caridad y cristianos en Estados Unidos, es por tanto justo tratar su caso de manera especial.
Los kurdos iraquíes tienen una región autónoma y una milicia que los protegía de la violencia reciente, mientras que la mayoría árabe chiita se beneficia de los esfuerzos de reconstrucción de Bagdad y del apoyo de Irán.
Incluso los suníes que cayeron en manos del EI podrán contar con el soporte de los ricos países del Golfo.
Pero los cristianos y los yazidis se quedarán por su cuenta, advierte Warda, a menos que los donantes internacionales entren al ruedo.
Hungría y Polonia ya han contribuido a la causa y la comunidad tiene profundas esperanzas de que Trump les ayudará. “No los ayudas solo por que son cristianos, sino porque han sido perseguidos y abandonados”, dijo el religioso.
Muchos cristianos se han ido y muchos han sido asesinados, diezmando una comunidad que contaba con 1,5 millones de habitantes en el Irak previo a la guerra. Pero Warda espera que en 2018 regresen para reconstruir sus hogares y viejas iglesias a orillas de río Tigris.
Irak se apresta a expulsar a 300 mujeres y niños extranjeros miembros de Estado Islámico.
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Unas 4.000 familias regresaron para reconstruir la ciudad de Qaraqosh, la mayor comunidad eminentemente cristiana de Irak, pero pequeños poblados en el frente de batalla entre las fuerzas de Bagdad y las milicias kurdas enfrentan mayores riesgos.
Una aldea donde se habían reconstruido 60 casas fue abandonada cuando estas dos fuerzas, hasta hace poco aliadas contra el EI, se enfrentaron.
En al menos una ocasión cuando las tensiones surgieron entre las fuerzas de Bagdad y los peshmerga kurdos, los cristianos buscaron desactivar el conflicto.
“Eso fue gracias a la iglesia”, dijo.
Con información de la agencia: AFP
El Estado Islámico pierde su último bastión urbano en Irak.
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