Un barco en miniatura de cartón con velas hechas con una camiseta y cuerdas sacadas de la gorra de oración. Un cuadro de una mezquita a orillas del mar o de una amenazante Estatua de la Libertad: obras hechas en la prisión de Guantánamo se exhiben en una exposición en Nueva York.
El John Jay College of Criminal Justice presenta hasta el 26 de enero obras de arte que ofrecen “una conexión directa” y muy inusual con ocho supuestos yihadistas de Guantánamo, la cárcel simbólica de la guerra contra el terrorismo y de los excesos cometidos en su nombre, explica Erin Thompson, una de las curadoras.
Establecida en 2002 en la base naval estadounidense de la Bahía de Guantánamo, en Cuba, la prisión ha albergado a unos 800 sospechosos arrestados tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 y de la intervención estadounidense en Afganistán.
El expresidente Barack Obama se comprometió a cerrar esta prisión militar desprestigiada por acusaciones de tortura y arbitrariedad. Pero Guantánamo todavía aloja a 41 prisioneros y el presidente Donald Trump quiere mantenerla.
Esta exposición de cuadros y objetos de prisioneros se titula “Oda al mar”, un elemento omnipresente en las obras pese a que los prisioneros solo la vieron una vez, durante un huracán en 2014 que obligó a quitar por unos días las lonas que generalmente tapan la vista, señala Thompson.
Sin “glorificar”
El mar no solo alimenta los sueños y pesadillas de los detenidos sino que también es un tema aceptable para la censura, que rechaza obras “con contenido demasiado político o enojo”, dice la curadora de la exposición.
La censura, sin embargo, dejó pasar un dibujo titulado “Vértigo en Guantánamo”, una espiral con puntos azules, verdes y rojos. El prisionero paquistaní kuwaití Ammar al Baluchi, el único de los detenidos de la exposición que fue formalmente acusado de complicidad en los ataques del 11 de septiembre, quiso describir con él a sus abogados los vértigos que decía sufrir desde que fue “torturado por la CIA”, explica Thompson.
El dibujo “no está allí para glorificarlo como artista, sino para que podamos aprender de su experiencia, de su vida”, dice la experta.
De las 30 obras expuestas, una firma, la del yemenita Muhammad Ansi, se repite 16 veces.
Liberado y transferido a Omán en enero de 2017, fue uno de los impulsores de esta exposición, explica su abogada neoyorquina Beth Jacob.
Durante sus primeras reuniones, Ansi habló largamente sobre los talleres de arte penitenciario, lanzados en 2009, preguntando si sus obras podrían verse en el exterior.
La abogada obtuvo una autorización de los funcionarios responsables de Guantánamo para llevar algunas piezas y se las mostró a un amigo artista en Nueva York.
Detenidos “demonizados”
Fue así como nació la idea de una exposición. Otros prisioneros o exprisioneros que salieron de Guantánamo con sus obras, pidieron sumarse.
Estos hombres han sido “demonizados”, considera Beth Jacob, y esperan con la exposición dejar de ser considerados “lo peor de lo peor” para pasar a ser “personas con sentimientos y emociones, que aprecian la belleza”.
“Es casi un llamado a ser comprendidos”, agrega.
Para algunos detenidos, la exhibición es también una oportunidad para “reafirmar su existencia”, sostiene Ramzi Kassem, un profesor de derecho también muy activo en Guantánamo.
El yemení Moath al Alwi, el creador del barco de la exposición, fue uno de los primeros en llegar a Guantánamo en enero de 2002, después de ser arrestado en la frontera entre Afganistán y Pakistán.
“Él vio a los otros presos partir, y él sigue allí sin ninguna verdadera razón, nunca ha sido formalmente acusado ni juzgado. Es una forma de desaparición”, afirma Ramzi Kassem.
Libro de visitas
A juzgar por el libro de visitas, los espectadores a menudo se van sorprendidos y conmovidos. “Es el pájaro enjaulado que canta”, escribió un visitante anónimo en noviembre.
“Estar allí durante tanto tiempo, solo, y tomar estas clases de arte… qué importante ha debido ser, solo para mantenerse sano de espíritu”, comentó a la salida Robert Fulmer, un importador de café que vino de San Francisco.
Sin embargo, el Pentágono reaccionó y prohibió la salida de los trabajos realizados en Guantánamo, mientras se “reevalúa la política” vigente, confirmó a la AFP un portavoz, Benjamin Sakrisson.
Hasta esta exposición, el Departamento de Defensa ignoraba que las obras de arte de los detenidos, consideradas como pertenecientes al Estado estadounidense, “podían ser vendidas”, justificó.
Erin Thompson señala que, en efecto, algunos visitantes han expresado interés por ciertas obras expuestas. Pero solo se ofrecerán a la venta las obras de los exprisioneros, dijo.
Para Ramzi Kassem, las ventas de las que habla el Pentágono son solo un pretexto: “Desde el momento en que los prisioneros se expresan y pueden demostrar que son seres humanos como todo el mundo (…), son una amenaza”, afirma. “Eso contradice el discurso que justifica no solo Guantánamo, sino toda la guerra contra el terrorismo”.