El estadio de Raqa, utilizado como prisión por el grupo Estado Islámico (EI), aún presenta orificios de balas en sus gradas. Aziz al Sajer, que permaneció un mes detenido entre sus muros, ha vuelto al recinto, pero esta vez para disputar un partido de fútbol.
“Durante tres años, con el EI, estuvimos privados del deporte”, señala Al Sajer, quien recuperó su puesto en el equipo de fútbol de Raqa, el Al Rashid.
“Lo detestaban, nosotros jugábamos a escondidas”, añade el joven deportista de 25 años con ojos penetrantes.
Aire de normalidad
Antigua capital de facto de los yihadistas en el norte de Siria, la metrópoli recupera un aire de normalidad desde que fue recuperada en octubre de 2017 por una coalición de combatientes kurdos y árabes apoyada por Estados Unidos.
Sus vuelven a disfrutar del fútbol, un pasatiempo despreciado por los yihadistas, que impusieron su rigurosa interpretación del Islam.
El Al Rashid se enfrentará a Al Sad, el equipo de la ciudad vecina de Tabqa, sobre un terreno de juego con más presencia de tierra que de césped.
Es paradójico que estadio alberga ahora partidos de un campeonato organizado entre equipos de diversas ciudades bajo control de las Fuerzas democráticas sirias (FDS), la coalición kurdo-árabe que está a la vanguardia de la lucha anti EI.
“El deporte es la vida”
El subsuelo del estadio era la principal prisión de la ciudad. Durante un mes, el joven futbolista estuvo privado de libertad por los yihadistas.
Antiguo soldado del ejército del régimen, decidió desertar y encontró refugio en su ciudad natal. Fue hecho prisionero a raíz de las investigaciones realizadas por el EI.