Acostada en su cama, agarrando a su amado dinosaurio de juguete, Aurelia Brouwers sonrió antes de morir de eutanasia.
Con solo 29 años, a la joven se le permitió morir en su casa en los Países Bajos, rodeada de amigos, a pesar de no tener una enfermedad terminal.
Después de luchar contra las enfermedades mentales durante varios años, finalmente terminó su vida bebiendo algunos medicamentos recetados.
Solo unas horas antes, ella había publicado en Facebook su último mensaje a sus amigos, diciéndoles: “Me estoy preparando para mi viaje ahora”.
Aurelia, quien se había autolesionado e intentado suicidarse antes, recibió la noticia de que podría morir por eutanasia en diciembre pasado.
Se la consideró elegible para la eutanasia en virtud de la Ley de terminación de la vida por solicitud y suicidio asistido de los Países Bajos de 2002.
La Ley permite la finalización de la vida en “casos muy específicos”, siempre que los médicos pertinentes actúen de acuerdo con los criterios de diligencia debida.