A veces, lo único que algunas personas desean es que al morir, sus seres queridos sigan un vida en paz, lejos de cualquier preocupación causada por su inesperado deceso. Pensar que algo así sea posible resulta difícil para la mayoría de la gente; sobre todo por el hecho de que los seres humanos estamos entre los únicos animales que resienten la pérdida de un ser querido.
Al asumirnos como individuos totalmente sociales ─casi sin notarlo─ aludimos a la imposibilidad de ignorar el hecho de que uno de los miembros de nuestro grupo ya no estará más en nuestras vidas. Al menos así es como se supone que funcionaban las cosas antes del auge de las redes y el Internet; su presencia ha modificado en varios niveles cada aspecto de nuestras vidas.
Muchos afirman que la aparición de estos medios digitales afectó exponencialmente nuestras relaciones interpersonales; sus comentarios están basados en el aparente encierro al que las redes nos tienen sometidos hasta el punto en el que éstas se convierten en nuestra única vía de comunicación; tanto que sus emoticones en cierta medida remplazan todo tipo de sentimiento que lleguemos a experimentar. Sin embargo, un estudio realizado por Facebook junto con la Universidad de California en San Diego reveló que, lejos de sabotearse, nuestras relaciones en las redes sociales podrían reforzarse siempre y cuando exista un factor detonante para que esto suceda.
Para los autores del estudio, este incentivo no es otra cosa que la muerte de un ser querido. Los investigadores revelaron que, tras analizar 15 mil grupos de Facebook en los que se había sufrido una pérdida, la interacción entre las personas que formaban parte de estas comunidades incrementaba considerablemente a raíz de la muerte de alguno de sus amigos cercanos.
Los resultados arrojaron que los amigos más cercanos de la persona fallecida convivieron entre sí alrededor de un 30 % más de lo habitual; incluso quienes sólo eran simples conocidos interactuaron un 15% más de lo habitual. A través de la cultura occidental esto no resulta muy raro: siempre que alguien muere, las personas sienten la necesidad de brindar su apoyo a quienes sufrieron la víctima; no obstante, tal como lo asegura William Hobbs, líder de este trabajo «lo que sorprende es que (esta interacción) dure tanto tiempo».
El estudio y el análisis de los mensajes continúo durante dos años después de la muerte de la persona; al ver los resultados, los científicos concluyeron que las interacciones continuaron un 3 % más arriba entre quienes habían sufrido una pérdida en comparación con los que conservaban intacto su círculo de amigos. Otro dato interesante es el aumento de actividad entre los amigos del fallecido dependiendo de las causas de muerte: al parecer si la persona murió de cáncer o en algún accidente, la interacción entre sus conocidos aumenta. Al mismo tiempo, es menos probable que la convivencia crezca cuando se trata de un caso de suicidio o enfermedades de transmisión sexual.
Aún no se determinan con exactitud las causas de esta alza y baja de interacción ante determinadas causas de muerte; aunque es posible que la dificultad de tocar ciertos temas tenga algo que ver. Mientras tanto podemos decir que a partir de estos estudios, los investigadores han demostrado que los sentimientos de las personas no han quedado del todo atrofiados por la llegada de las redes sociales; si bien cambiaron de plataforma, la empatía humana sigue ahí demostrándonos que, a pesar de la distancia y las adversidades, siempre tendremos una mano amiga.